El Impulso del Pensamiento

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El Impulso Del Pensamiento

IDEAS QUE OBRAN MILAGROS
Sin apenas darse cuenta de la importancia de lo que acababa de obtener, pero embriagado con la alegría del
descubrimiento de ese mundo de sonidos, escribió una entusiasta carta al fabricante del audífono, relatándole
su experiencia. Algo en ella hizo que la compañía lo invitase a Nueva York. Cuando llegó, lo llevaron a visitar la
fábrica, y mientras hablaba con el ingeniero jefe, contándole de su mundo recién descubierto, una corazonada,
una idea o una inspiración, llámesela como se quiera, destelló en su cerebro. Era ese impulso del pensamiento
que convertía su dificultad en una ventaja, destinada a pagar dividendos en dinero y en felicidad por millares
durante todo el tiempo venidero.
El resumen y el núcleo de ese impulso de pensamiento era así: se le ocurrió que él podría ser de gran ayuda
para los millones de sordos que viven sin el beneficio de audífonos si pudiera encontrar una manera de
relatarles la historia de su descubrimiento del mundo.
Durante un mes entero llevó a cabo una intensa investigación, durante la cual analizó todo el sistema de
ventas del fabricante de audífonos e ideó formas y medios de comunicarse con los duros de oído de todo el
mundo, decidido a compartir con ellos su nuevo mundo recién descubierto. Una vez lo tuvo hecho, puso por
escrito un plan bienal, basado en sus investigaciones. Cuando lo presentó a la compañía, al momento le dieron
un puesto de trabajo para que llevara a cabo su ambición.
Poco había soñado, cuando empezó a trabajar, que estaba destinado a llevar esperanza y alivio a millares
de sordos que, sin su ayuda, se hubieran visto condenados para siempre a la sordera.
No me cabe duda de que Blair hubiera sido sordomudo toda su vida si su madre y yo no nos las hubiésemos
ingeniado para formar su mente tal como lo hicimos.
Cuando sembré en su interior el deseo de oír y de hablar, y de vivir como una persona normal, alguna
extraña influencia hubo en ese impulso que hizo que la naturaleza tendiese una especie de puente para salvar
el golfo del silencio que separaba su cerebro del mundo exterior.
En verdad, el deseo ardiente tiene maneras tortuosas de transmutarse en su equivalente físico. Blair
deseaba una audición normal; ¡ahora la tiene! Nació con una minusvalía que fácilmente hubiera desviado a
alguien, con un deseo menos definido, a la calle, con un puñado de lápices en una mano y una lata vacía en la
otra.
La pequeña «mentira piadosa» que sembré en su mente cuando él era un niño, llevándolo a creer que su
defecto se convertiría en una gran ventaja que podría capitalizar, se justificó sola. Ciertamente, no hay nada,
correcto o equivocado, que la confianza, sumada a un deseo ardiente, no pueda hacer real. Estas cualidades
están al alcance de todos.
LA «QUÍMICA MENTAL» HACE MAGIA
Un breve párrafo en un despacho de noticias en relación con madame Schumann-Heink da la clave del
estupendo éxito de esta mujer como cantante. Cito el párrafo porque la clave que contiene no es otra que el
deseo.
Al comienzo de su carrera, madame SchumannHeink visitó al director de la ópera de Viena para que le
hiciera una prueba de voz. Pero él no la probó. Después de echar un vistazo a la desgarbada y pobremente
vestida muchacha, exclamó, nada cordial:
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-Con esa cara, y sin ninguna personalidad, ¿cómo espera tener éxito en la ópera? Señorita, olvide esa idea.
Cómprese una máquina de coser, y póngase a trabajar. Usted nunca podrá ser cantante.
¡Nunca es demasiado tiempo! El director de la ópera de Viena sabía mucho sobre la técnica del canto. Sabía
muy poco del poder del deseo, cuando éste asume las proporciones de una obsesión. Si hubiera conocido
mejor ese poder, no hubiese cometido el error de condenar el genio sin darle una oportunidad.
Hace varios años, uno de mis socios enfermó. Se puso cada vez peor a medida que el tiempo transcurría, y
finalmente, lo llevaron al hospital para operarlo. El médico me advirtió que había muy pocas posibilidades de
que yo volviera a verlo con vida. Pero ésa era la opinión del médico, y no la del paciente. Poco antes de que se
lo llevaran al quirófano, me susurró con voz débil: «No se preocupe, jefe, en pocos días habré salido de aquí».
Una enfermera me miró apenada. Pero el paciente se recuperó satisfactoriamente. Cuando todo hubo
terminado, su médico me dijo: «No lo salvó otra cosa que su deseo de vivir. Nunca hubiera salido de este
trance si no se hubiese negado a aceptar la posibilidad de la muerte».
Creo en el poder del deseo respaldado por la fe, porque he visto cómo ese poder elevaba a hombres desde
comienzos humildes a posiciones de poder y riqueza; lo he visto cómo saqueaba la tumba de sus víctimas;
cómo servía de medio para que los hombres llevaran a cabo su rehabilitación después de haber fracasado en
un centenar de formas distintas; lo he visto darle a mi propio hijo una vida normal, feliz y llena de éxito, a pesar
de que la naturaleza lo enviase a este mundo sin orejas.
¿Cómo se puede dominar y usar el poder del deseo? Eso queda explicado en este capítulo y los subsiguientes
de este libro.
Mediante algún extraño y poderoso principio de «química mental» que nunca ha divulgado, la naturaleza
envuelve en el impulso del deseo ardiente «ese algo» que no reconoce la palabra «imposible», ni acepta el
fracaso como realidad.
NO HAY LIMITACIONES PARA LA MENTE EXCEPTO LAS QUE ACEPTAMOS
LA POBREZA Y LA RIQUEZA SON VÁSTAGOS DEL PENSAMIENTO