Albert Einstein dijo que “Locura es hacer una y otra vez la misma cosa esperando resultados diferentes” y la verdad es que todos los días converso con personas que se sorprenden del hecho de que no ganan lo suficiente, sin poder darse cuenta de por qué les está sucediendo
Algunos de los que me consultan solo tienen estudios secundarios, pero muchos tienen títulos universitarios, pero siguen sin saber que ninguna Universidad nos enseña como volvernos más ricos
Hay quienes creen que deben tomar cursos de especialización para poder así descubrir nuevos negocios, sin llegar a darse cuenta de que son sus creencias limitantes las que les impiden descubrir las cientos de oportunidades que les rodean cada día
Y por supuesto que las escuelas solo producen alumnos que no tienen ni siquiera las habilidades básicas para sobrevivir y prosperar, aunque se hayan sacado muy buenas calificaciones aprendiendo lecciones de memoria
En realidad nuestro sistema de enseñanza es tan deficitario que la mayoría de quienes cursan estudios universitarios se transforman en mendigos con diploma, que dependen de que alguien los contrate para poder subsistir
La inmensa mayoría de la población del planeta simplemente hace las cosas lo mejor que puede, pero el volverse rico no se trata de buena voluntad, sino de tener o no tener la programación mental adecuada.
Cuando mis nietos vienen a visitarme me doy cuenta de que son seres felices, pues cuentan con personas adultas que se encargan de su sustento, y que el obedecer a los más grandes, les da un sentido de aprobación y seguridad, que está muy bien para un niño, pero que resulta nefasto para un adulto.
En general la gente lucha mes a mes para subsistir y nunca encuentra la forma de ganar más
Y entonces uno podría preguntarse ¿Si no saben qué es lo que necesitan modificar en su mente para poder ganar más de lo que ganan ahora, por qué no recurren a alguien que se los enseñe?
Porque el seguir haciendo lo que siempre han hecho, les permite mantenerse dentro de su zona de confort. Un lugar en el cual no ganan cuanto quisieran, pero que es el lugar que conocen, y donde siempre han estado y quieren seguir estando.
Ser más rico no depende de cuantos títulos hayas acumulado en tu vida, sino que es una cuestión de mentalidad. O tienes mente de pobre o tienes mente de rico, y ninguna escuela o universidad te puede ayudar a cambiar eso, ya que para poder lograrlo, es necesario cambiar la forma en que piensas dentro de tu mente inconsciente.
Yo puedo ayudarte. Y me gustaría mucho poder hacerlo. Escríbeme y cuéntame tu problema a: doctorbonomi@gmail.com
E L CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO EXPERIENCIAS PERSONALES U OBSERVACIONES El cuarto paso hacia la riqueza Hay dos clases de conocimiento. Uno es el conocimiento general; el otro, el especializado. El conocimiento general, con independencia de lo vasto y variado que pueda ser, no resulta muy útil en la acumulación de dinero. Las facultades de las grandes universidades poseen, en conjunto, casi todas las formas del conocimiento general al alcance de la civilización. La mayoría de los profesores no tienen mucho dinero. Se especializan en enseñar el conocimiento, pero no se especializan en la organización de ese conocimiento ni en su empleo. El conocimiento no atraerá el dinero, a menos que esté organizado e inteligentemente dirigido mediante planes prácticos de acción, para el objetivo preciso de la acumulación de dinero. La falta de comprensión de este hecho ha sido una fuente de confusión para millones de personas que creen equivocadamente que «el conocimiento es poder». ¡Ni hablar! El conocimiento es sólo poder en potencia. únicamente se convierte en poder si está organizado en planes definidos de acción y dirigido hacia un objetivo determinado. El «eslabón perdido» de todos los sistemas educativos se puede encontrar en el fracaso de las instituciones educacionales en enseñar a sus estudiantes cómo organizar y usar ese conocimiento una vez que lo han adquirido. Muchas personas cometen el error de suponer que, porque Henry Ford tenía pocos «estudios», no era un hombre «educado». Los que cometen este error no comprenden el significado real de la palabra «educado». Esa palabra deriva de la palabra latina educo, que significa sacar, extraer, adquirir de dentro. Un hombre educado no es, necesariamente, alguien que tiene abundancia de conocimientos generales o especializados. Un hombre educado es el que ha cultivado las facultades de su mente de tal manera que puede adquirir cualquier cosa que se proponga, o su equivalente, sin violar los derechos de los demás. EL «IGNORANTE» QUE AMASÓ UNA FORTUNA Durante la Primera Guerra Mundial, un periódico de Chicago publicó ciertos editoriales en los que, entre otras cosas, a Henry Ford -se le llamaba «ignorante pacifista». El señor Ford objetó esas afirmaciones y entabló un pleito por difamación contra el periódico. Cuando el juicio tuvo lugar, los abogados del periódico exigieron una justificación y llamaron al propio señor Ford al banquillo de los testigos, con el propósito de demostrarle al jurado que era un ignorante. Los abogados le hicieron a Ford una gran variedad de preguntas, todas dirigidas a demostrar de manera evidente que, si bien quizá poseyese una cantidad considerable de conocimientos especializados en lo que se refería a la fabricación de automóviles, básicamente era un ignorante. A Ford le hicieron preguntas del estilo de: «¿Quién fue Benedict Arnold?», y «¿Cuántos soldados enviaron los británicos a las colonias americanas para sofocar la rebelión de 1776?». En respuesta a esta última pregunta, el señor Ford replicó: «Ignoro la cantidad exacta de soldados que los británicos enviaron, pero he oído decir que fue una cifra considerablemente mayor que la de los que regresaron». Al final, el señor Ford acabó por cansarse de ese tipo de preguntas, y, para contestar una particularmente ofensiva, se inclinó hacia adelante, señaló con el dedo al abogado que había hecho la pregunta y dijo: «Sí de veras quisiera responder la pregunta tonta que acaba de hacerme, o cualquiera de las otras que me ha hecho, permítame recordarle que en mi escritorio tengo una hilera de botones y que apretando el adecuado puedo llamar en mi auxilio a hombres capaces de responder cualquier pregunta que quiera hacerles en lo que concierne al negocio al que he dedicado casi todos mis esfuerzos. Ahora dígame para qué necesito llenarme la cabeza con conocimientos generales, con el fin de contestar preguntas, cuando dispongo de hombres a mi alrededor que pueden proporcionarme cualquier conocimiento que les pida». Indudablemente, ésa fue una respuesta con mucha lógica. Y dejó confundido al abogado. Todas las personas que había en la sala se dieron cuenta de que no era la contestación de un ignorante, sino de un hombre educado. Cualquier hombre es educado si sabe dónde adquirir el conocimiento cuando lo necesita, y cómo organizar ese conocimiento en planes definidos de acción. Mediante la asistencia de sus «equipos de trabajo», Henry Ford tenía a su alcance todo el conocimiento que necesitó para convertirse en .uno de los hombres más ricos de Estados Unidos. No era esencial que tuviese esos conocimientos en la mente. 28 USTED PUEDE OBTENER TODO EL CONOCIMIENTO QUE NECESITE Antes de que pueda estar seguro de su capacidad para transmutar el deseo en su equivalente monetario, usted necesitará conocimientos especializados del servicio, mercancía o profesión que se propone ofrecer a cambio de su fortuna. Quizá necesite muchos más conocimientos especializados de los que tiene capacidad o inclinación para adquirir, y, en ese caso, podrá superar su debilidad a través de la ayuda de su «equipo de trabajo». La acumulación de grandes fortunas requiere poder, y éste se adquiere mediante el conocimiento especializado, inteligentemente dirigido y organizado, pero esos conocimientos no tienen por qué estar en posesión de la persona que acumula la fortuna. El párrafo precedente debe dar ánimos y esperanza al hombre con la ambición de acumular una fortuna, que no ha adquirido la «educación» necesaria para emplear ese conocimiento especializado como probablemente necesite. Los hombres a veces pasan por esta vida sufriendo «complejos de inferioridad» porqué no son hombres «educados». El hombre que pueda organizar y dirigir un «equipo de trabajo», un grupo de hombres que posee conocimientos útiles para la acumulación de dinero, es un hombre tan educado como cualquiera de los que componen el grupo. Thomas A. Edison tuvo sólo tres meses de «escolarización» durante toda su vida. No le faltó educación, ni murió pobre. Henry Ford no llegó al sexto curso de la escuela primaria, pero se las arregló muy bien en el plano económico. El conocimiento especializado es uno de los servicios más abundantes y baratos a nuestro alcance. Si usted no está muy convencido de ello, consulte el tablón de anuncios de cualquier universidad. CONVIENE SABER CÓMO OBTENER CONOCIMIENTOS Antes que nada, decida el tipo de conocimientos especializados que necesita, y la razón de esa necesidad. En gran medida, el propósito primordial de su vida, el objetivo por el que usted se está esforzando, lo ayudará a determinar qué conocimientos necesita. Con esta pregunta planteada, su próximo paso requiere que usted tenga información precisa sobre fuentes de información fiables. Las más importantes son: a) Las propias experiencias y educación. b) Experiencia y educación disponibles a través de la cooperación de otras personas («equipos de trabajo»). c) Escuelas técnicas y universidades. d) Bibliotecas públicas (libros y publicaciones periódicas donde se pueden encontrar todos los conocimientos organizados por la civilización). e) Cursos especiales de aprendizaje (en escuelas nocturnas y academias por correspondencia). A medida que los conocimientos se van adquiriendo, deben organizarse con el fin de emplearlos para un propósito definido, mediante planes prácticos. El conocimiento no tiene otro valor que el que se puede aprovechar de su aplicación en aras de un objetivo valioso. Si usted considera la posibilidad de cursar estudios adicionales, determine la finalidad por la que desea esos conocimientos que está buscando, y luego averigüe dónde pueden obtenerse ese tipo de conocimientos, de fuentes fiables. En todos los niveles sociales, las personas que tienen éxito nunca dejan de adquirir conocimientos especializados, relacionados con su objetivo principal, negocio o profesión. Aquellos que no tienen éxito suelen cometer el error de creer que la etapa de adquisición de conocimientos acaba cuando uno termina la escuela. La verdad es que la escuela hace muy poco más que mostrarnos el camino de cómo adquirir conocimientos prácticos. ¡La orden del día es la especialización! Esta verdad fue puesta de relieve por Robert P. Moore, antiguo director de empleo de la Universidad de Columbia, en un artículo periodístico. Los especialistas más buscados Los candidatos más buscados por las agencias de empleo son personas que se han especializado en algún campo: diplomados en escuelas empresariales que tengan experiencia en contabilidad y estadística, ingenieros de todo tipo, periodistas, arquitectos, químicos, y también líderes destacados y hombres mayores, enérgicos y activos. El hombre que ha sido activo durante sus estudios, cuya personalidad le permite llevarse bien con toda clase de gente y que ha hecho un trabajo adecuado con sus estudios, tiene un perfil más favorable que el estudiante más estrictamente académico. Algunos, gracias a sus múltiples y variadas cualificaciones, han recibido variadas ofertas de trabajo, y varios, hasta seis. En una carta al señor Moore, en relación con posibles egresados de su universidad, una de las mayores compañías industriales, líder en su campo, decía: «Estamos interesados sobre todo en encontrar hombres capaces de lograr progresos excepcionales en niveles de gerencia. Por esta razón prestamos particular atención a cualidades de carácter, inteligencia y personalidad, por encima de formaciones educacionales específicas». 29 Proposición de «aprendizaje» Al proponer un sistema de «aprendizaje» para estudiantes en oficinas, tiendas y ocupaciones industriales durante las vacaciones de verano, el señor Moore afirmaba que, después de dos o tres meses de estudios universitarios, a cada estudiante hay que pedirle que elija un curso determinado para el futuro, o que abandone los estudios si no ha hecho más que derivar sin propósito definido por su curriculum sin especialización académica. «Los colegios y las universidades tienen que afrontar la consideración práctica de que todas las profesiones y ocupaciones hoy en día exigen especialistas», decía, tratando de fomentar el hecho de que las instituciones educacionales acepten más directamente la responsabilidad de la orientación vocacional. Una de las fuentes más fiables y prácticas de conocimientos al alcance de aquellos que necesitan educación especializada son las escuelas nocturnas, que funcionan en muchas ciudades grandes. La enseñanza por correspondencia proporciona conocimientos especializados en cualquier sitio adonde llegue el correo, y sobre todos los temas que se pueden tratar por el método de enseñanza a distancia. Una de sus ventajas es la flexibilidad del programa, que permite estudiar durante el tiempo libre. Otra ventaja de trabajar en casa (si se ha elegido una academia adecuada) es el hecho de que la mayor parte de los cursos que las academias de enseñanza por correo ofrecen incluyen generosos privilegios de consulta que pueden ser muy valiosos para el que necesita conocimientos especializados. Con independencia del lugar de residencia, uno puede aprovechar esas ventajas. UNA LECCIÓN DE UNA AGENCIA DE COBROS Por lo general nunca se aprecia lo que se adquiere sin esfuerzo, y sin coste alguno, y muchas veces se lo desacredita; tal vez ésta sea una de las razones por las que aprovechamos tan poco de nuestra maravi llosa oportunidad en las escuelas públicas. La autodisciplina que uno recibe de un programa de estudios especializados compensa hasta cierto punto la oportunidad desperdiciada cuando el conocimiento estaba a nuestro alcance, gratis. Las escuelas por correspondencia son instituciones comerciales muy organizadas. Sus tarifas de matrícula y de enseñanza suelen ser tan bajas que se ven forzadas a insistir en la puntualidad y obligatoriedad de los pagos. El verse obligado a pagar, al margen de que se obtengan buenas notas o no, tiene sobre el estudiante el efecto de seguir adelante con el curso, incluso cuando preferiría dejarlo. Las escuelas por correspondencia no han resaltado lo suficiente este punto, pero lo cierto es que sus departamentos de cobro constituyen la clase más exquisita de entrenamiento en aspectos tales como decisión, prontitud y el hábito de terminar lo que uno empieza. Aprendí eso por experiencia propia hace ya más de cuarenta y cinco años. Me matriculé en un curso por correspondencia sobre publicidad. Después de haber terminado ocho o diez lecciones, dejé de estudiar, pese a lo cual la escuela no dejó de enviarme las facturas. Es más, insistió en que yo efectuara mis pagos al margen de si continuaba estudiando o no. Decidí que, puesto que debía pagar de todos modos un curso (a lo que me había comprometido legalmente), completaría las lecciones y obtendría por ellas el valor de mi dinero. En aquellos momentos tuve la impresión de que el sistema de cobro de la escuela estaba demasiado bien organizado, pero más tarde aprendí en la vida que eso formó una parte valiosa de mi entrenamiento, para la cual no había tenido que pagar nada. Al verme obligado a pagar, seguí adelante y terminé el curso en cuestión. Más tarde descubrí que el eficiente sistema de pago de aquella escuela también fue provechoso para mí, puesto que acabé por recuperar con creces el dinero pagado, ganándolo gracias al curso de publicidad que había terminado tan de mala gana. EL CAMINO HACIA EL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO Se dice que en Estados Unidos existe el sistema de escuela pública mayor del mundo. Una de las cosas más extrañas acerca de los seres humanos es que sólo valoramos aquello que tiene un precio. Precisamente porque son gratuitas, las escuelas y bibliotecas públicas gratuitas de Estados Unidos no impresionan a la gente. Ésa es la razón principal por la que a muchas personas les parece que es necesario adquirir conocimientos adicionales después de haber abandonado la escuela e iniciado la vida laboral. También es una de las razones principales por las que los patronos dan una mayor consideración a aquellos empleados que se matriculan en cursos por correspondencia. Saben por experiencia propia que cualquier persona que tenga la ambición de emplear una parte de su tiempo libre para estudiar en casa, posee esas cualidades que son necesarias para el liderazgo. Hay en la gente una debilidad para la que no existe remedio alguno. ¡Es la debilidad universal de la falta de ambición! Las personas, en especial las asalariadas, que programan su tiempo libre para dedicarse a estudiar en casa, raras veces permanecen durante mucho tiempo en los puestos inferiores. Su acción les abre el camino hacia la posibilidad de ascender, les elimina numerosos obstáculos de ese camino y les permite ganarse el amistoso interés de quienes tienen el poder de situarlos en el camino de la oportunidad. El método de estudiar en casa para obtener conocimientos resulta especialmente adecuado para las necesidades de las personas asalariadas que, tras haber abandonado la escuela, sienten la necesidad de adquirir conocimientos especializados, pero que no disponen de tiempo libre para volver a la escuela. Stuart Austin Wier se preparó como ingeniero de la construcción y siguió esta línea de trabajo hasta que la Depresión limitó su mercado al punto de que ya no podía ganar los ingresos que necesitaba. Entonces hizo un 30 inventario de sí mismo, y decidió cambiar de profesión y pasarse al Derecho. Volvió a la escuela y siguió cursos especiales mediante los que se preparó como abogado mercantil. Completó su preparación, y pasó los exámenes finales para obtener el título. A partir de ahí no tardó en labrarse una carrera muy lucrativa con la práctica de la abogacía. Sólo para dejar las cosas bien claras, y para anticiparme a las justificaciones de quienes dirían: «Yo no podría ir a la escuela porque tengo que mantener a una familia», o bien: «Soy demasiado viejo para esas cosas», añadiré que el señor Wier tenía más de cuarenta años y estaba casado cuando regresó a la escuela a estudiar. Al seleccionar cursos altamente especializados en las universidades que estaban mejor preparadas para enseñar los temas elegidos, el señor Wier completó en dos años el trabajo para el que la mayoría de los estudiantes de leyes necesitan emplear cuatro. ¡Vale la pena saber cómo adquirir el conocimiento! UNA IDEA SENCILLA QUE DIO RESULTADO Consideremos un caso específico. Un vendedor de una charcutería se encontró de pronto sin empleo. Como tenía un poco de experiencia en teneduría de libros, se matriculó en un curso de contabilidad especial, se familiarizó con las últimas novedades en teneduría y equipos de oficina, y se puso a trabajar por su cuenta. Empezó con el charcutero para el que había estado trabajando, e hizo contratos con más de 100 pequeños comerciantes para llevarles la contabilidad, cobrándoles una tarifa mensual muy baja. Su idea era tan práctica que pronto empezó a prepararse una oficina portátil en un pequeño camión de reparto, equipado con máquinas modernas de teneduría de libros. En la actualidad dispone una «flota» de estas oficinas rodantes, y cuenta con un extenso equipo de ayudantes, y así puede proporcionar a los pequeños comerciantes un servicio de contabilidad equivalente a los mejores, a un precio muy conveniente. El conocimiento especializado, sumado a la imaginación, fue el ingrediente de este negocio peculiar y provechoso. El año pasado, el propietario de ese negocio pagó en impuestos sobre la renta casi diez veces más de lo que el charcutero para quien trabajaba le pagaba cuando perdió su trabajo. ¡El comienzo de ese provechoso negocio fue una idea! Ya que yo tuve el privilegio de proporcionarle esa idea al vendedor sin empleo, me tomo ahora el privilegio mayor de sugerir otra idea que entraña la posibilidad de ingresos todavía mayores. Ésta me la sugirió el vendedor que dejó las ventas para meterse en el negocio de la teneduría de libros como ocupación principal. Cuando le sugerí ese plan como solución a su problema de desempleo, exclamó en seguida: -Me gusta la idea, pero no sabría cómo convertirla en dinero efectivo. En otras palabras, se estaba quejando de que no sabía cómo comercializar sus conocimientos de contabilidad después de haberlos adquirido. Así, eso generaba otro problema que había que resolver. Con la ayuda de una joven mecanógrafa que podía escribir toda la idea, preparó un librito muy atractivo donde se describían las ventajas del nuevo sistema de teneduría de libros. Las páginas se hallaban cuidadosamente mecanografiadas y pegadas en un álbum que se usaba como una especie de vendedor mudo, donde la historia de este nuevo negocio se relataba con tanta eficacia que muy pronto su propietario empezó a tener más clientes de los que podía atender. UN PLAN EFICAZ PARA DAR CON EL TRABAJO IDEAL Hay miles de personas en todo el país que necesitan los servicios de un especialista en ventas capaz de prepararles un curriculum atractivo para ofrecer sus servicios personales. La idea que se describe aquí nació de la necesidad de subsanar una emergencia que había que superar, pero no le ha sido útil sólo a esa persona. La mujer que creó la idea tenía una imaginación brillante. En su idea recién nacida vio una nueva profesión que serviría a los miles de personas que necesitan asesoramiento práctico para vender sus servicios personales. Impulsada a la acción por el éxito instantáneo de su primer «plan para vender servicios personales», esta enérgica mujer se abocó a la solución de un problema similar para un hijo suyo que acababa de salir de la universidad, pero que había sido incapaz de encontrar una manera de ofrecer sus servicios. El plan que ella ideó para que el joven se empleara ha sido el mejor plan para vender servicios personales que yo haya visto jamás. Cuando completó el curriculum, contenía cincuenta páginas de información mecanografiada, perfectamente organizada, que contaba la historia de las ca pacidades innatas de su hijo, sus estudios, sus experiencias personales, y una gran variedad de otras informaciones demasiado extensas para describirlas. El curriculum también contenía una descripción completa del puesto de trabajo que su hijo deseaba, y un esquema del plan que pondría en práctica para alcanzar ese puesto. La preparación del libro del curriculum requirió varias semanas de trabajo, durante las cuales su creador enviaba a su hijo a la biblioteca pública casi todos los días a buscar datos que ella necesitaba para preparar el plan de venta de sus servicios. También lo enviaba a visitar a todos sus competidores para el empleo, y de ellos reunió información vital en lo concerniente a sus métodos de venta, que fue de gran valor en la formación del plan que intentaba usar para alcanzar la posición que buscaba. Cuando el plan quedó terminado, contenía más de media docena de excelentes sugerencias para uso y beneficio del aspirante al trabajo. 31 NO HAY POR QUÉ EMPEZAR DESDE ABAJO Uno podría sentirse tentado de preguntar: «¿Por qué todas estas complicaciones para asegurarse un trabajo?». La respuesta es: «¡Hacer bien una cosa nunca es una complicación!». El plan que esa mujer preparó para beneficio de su hijo ayudó a éste a conseguir el trabajo para el que se había presentado, en la primera entrevista, con el salario que él mismo había estipulado. Además (y esto también es importante), ese puesto no requería que el joven empezara desde abajo. Comenzó como ejecutivo junior, con un salario de ejecutivo. Pero, ¿por qué todos esos problemas? Por una razón: la presentación planificada con que solicitó ese trabajo le ahorró no menos de diez años del tiempo que le hubiera hecho falta para llegar al puesto desde el que ahora empezaba si hubiese «empezado desde abajo». La idea de empezar desde abajo y forjarse el propio camino puede parecer buena, pero la principal objeción que se le puede hacer es que son demasiados los que empiezan desde abajo y nunca se las arreglan para asomar la cabeza lo bastante arriba como para que la oportunidad los vea, de modo que se quedan abajo. También hay que recordar que la perspectiva que se observa desde abajo no es ni muy brillante ni muy estimulante. Tiene tendencia a matar la ambición. Es lo que llamamos «el recorrido de la noria», lo que significa que aceptamos nuestro destino porque nos formamos el hábito de la rutina diaria, un hábito que llega a ser tan fuerte que acabamos por no intentar ya sustraernos a él. Y ésa es otra razón por la que conviene empezar dos o tres escalones por encima del de «abajo». Al hacerlo de este modo, uno se forma el hábito de estar atento al entorno, de observar cómo progresan los demás, de buscar la oportunidad y de no dejarla escapar. HAGA QUE EL TRABAJO INSATISFACTORIO FUNCIONE A SU FAVOR Dan Halpin es un ejemplo espléndido de lo que voy a explicar. Durante sus años de universidad, trabajó como manager del famoso equipo de fútbol Notre Dame, que fue campeón nacional en 1930, cuando se hallaba bajo la dirección del finado Knute Rockne. Halpin terminó sus estudios universitarios en un momento sumamente desfavorable, pues la Depresión había creado una grave escasez de trabajo, así que, después de aventurarse un poco en las inversiones y en el mundo del cine, aprovechó la primera oportunidad con un futuro potencial, vendiendo audífonos a comisión. Cualquiera podía empezar en un trabajo así, y Halpin lo sabía, pero ese trabajo le bastó para abrir las puertas a la oportunidad. Durante casi dos años siguió haciendo lo mismo a disgusto, y nunca hubiera progresado si no hubiese hecho algo con respecto a su insatisfacción. En un principio aspiró al puesto de gerente de ventas de su compañía, y obtuvo el trabajo. Aquel paso hacia arriba lo puso lo bastante por encima de los demás como para permitirle ver una oportunidad todavía mayor. Además, lo colocó en un lugar donde también la oportunidad podía verlo. Alcanzó una cifra tan elevada de ventas de audífonos, que A. M. Andrews, el directivo principal de Dictograph Products Company, una empresa competidora de la compañía para la que Halpin trabajaba, quiso conocer a ese hombre llamado Dan Halpin, que estaba aumentando tanto las ventas de la Dictograph Company. Mandó llamar a Halpin. Cuando la entrevista terminó, Halpin era el nuevo gerente de ventas de la Acousticon Division. Entonces, para poner a prueba los bríos del joven Halpin, Andrews se fue durante tres meses a Florida, dejándolo solo, a ver si nadaba o se hundía. ¡Pero no se hundió! La filosofía de Knute Rockne de que «todos adoran al ganador, pero no tienen tiempo para el perdedor», lo inspiró para esforzarse tanto en su trabajo que lo eligieron vicepresidente de la compañía, un puesto que muchos hombres estarían muy orgullosos de alcanzar tras diez años de leales esfuerzos. Halpin consiguió eso en poco más de seis meses. Uno de los puntos importantes que intento destacar con esta forma de ver las cosas es que escalamos hasta las posiciones más elevadas o nos quedamos abajo debido a condiciones que podemos controlar, si lo deseamos. SUS SOCIOS PUEDEN SER INAPRECIABLES También estoy tratando de poner de relieve otro asunto, y es el siguiente: ¡tanto el éxito como el fracaso son, en gran medida, el resultado de la costumbre! No me cabe la menor duda de que la estrecha asociación de Dan Halpin con el mejor equipo de Estados Unidos plantó en la mente de Halpin el mismo tipo de deseo por destacar que hizo del Notre Dame un equipo mundialmente famoso. Desde luego, hay algo en la idea del culto al líder que resulta útil, en el supuesto de que uno admire a los ganadores. Mí creencia en la teoría de que las asociaciones comerciales son factores vitales, tanto en el fracaso como en el éxito, fue claramente demostrada cuan do mi hijo Blair estuvo negociando con el señor Halpin su puesto de trabajo. Halpin le ofreció un salario inicial de más o menos la mitad de lo que hubiera obtenido en una compañía rival. Yo ejercí mi presión como padre para inducirlo a aceptar su trabajo junto a Halpin, porque estoy convencido de que la estrecha asociación con alguien que se niega a comprometerse con circunstancias que no son de su agrado es un bien que nunca se puede calcular en dinero. Estar «abajo» es hallarse en un sitio pesado, inaprovechable y monótono para cualquiera. Por eso me he tomado tiempo para describir la forma en que los comienzos desde abajo se pueden eludir con una adecuada planificación. 32 HAGA QUE SUS IDEAS RINDAN BENEFICIOS POR MEDIO DEL CONOCIMIENTO ESPECIALIZADO La mujer que preparó el «Plan de ventas de servicios personales» para su hijo recibe ahora cartas de todas las partes del país en las que le piden su cooperación para preparar planes similares para otros que desean vender sus servicios personales por más dinero. No debe suponerse que su plan consista sólo en una política de ventas inteligente, mediante la cual ayuda a hombres y a mujeres a pedir y recibir más dinero por los mismos servicios por los que hasta ahora habían ganado menos. Se hace cargo de los intereses del contratante, además de los del vendedor de los servicios personales, y prepara sus planes para que el empleador reciba un valor rotundo por el dinero adicional que paga. Si usted tiene imaginación, y busca una salida más aprovechable para sus servicios personales, esta sugerencia puede ser el estímulo que ha estado buscando. La idea es capaz de proporcionarle unas entradas mucho mayores que las del médico, el ingeniero o el abogado «estándar», cuya educación ha requerido varios años de universidad. ¡No existe un precio fijo para las buenas ideas! Detrás de todas las ideas hay conocimientos especializados. Por desgracia, para aquellos que no encuentran riqueza en abundancia, el conocimiento especializado es más abundante y se adquiere con más facilidad que las ideas. Debido a esta verdad universal, hay una gran demanda y oportunidades cada vez mayores para las personas capaces de ayudar a hombres y mujeres a vender ventajosamente sus servicios personales. La capacidad entraña imaginación, cualidad necesaria para combinar los conocimientos especializados con las ideas en forma de planes organizados, pensados para alcanzar la riqueza. Si usted tiene imaginación, este capítulo puede presentarle una idea que alcance para servirle como comienzo de las riquezas que desea. Recuerde que la idea es la pieza principal. Los conocimientos especializados se pueden encontrar a la vuelta de la esquina, ¡de cualquier esquina!
LA AUTOSUGE S T IIÓN EL VEHÍCULO PARA INFLUIR EN EL SUBCONSCIENTE El tercer paso hacia la riqueza Autosugestión es un término que se aplica a todas las sugestiones y a todos los estímulos autoadministrados que alcanzan la propia mente a través de los cinco sentidos. Dicho de otro modo, la autosugestión es la sugestión de uno mismo. Es el agente de comunicación entre esa parte de la mente donde la parte consciente tiene lugar y aquella otra que sirve de asiento de la acción para el subconsciente. A través de los pensamientos dominantes que uno permite que permanezcan en la mente consciente (que estos pensamientos sean positivos o negativos no altera el mecanismo), el principio de la autosugestión alcanza voluntariamente el subconsciente e influye por su intermedio en esos pensamientos. La naturaleza ha creado al hombre de tal manera que tenga control absoluto sobre el material que llega a su subconsciente, a través de sus cinco sentidos, aunque esto no significa que deba interpretarse como una 25 afirmación de que el hombre siempre ejercite ese control. En casi todos los casos, no lo ejercita, y ello explica por qué tanta gente vive en la pobreza. Recuerde lo que se ha dicho sobre la semejanza del subconsciente con un jardín fértil, en donde las . hierbas crecen en abundancia, si no se siembran semillas de plantas más deseables. La autosugestión es el agente de control a través del cual un individuo puede alimentar voluntariamente su subconsciente con pensamientos de naturaleza constructiva o, por negligencia, permitir que los pensamientos de naturaleza destructiva se infiltren en ese rico jardín de la mente. VEA Y SIENTA EL DINERO EN SUS MANOS En los últimos seis pasos descritos en el capítulo sobre el deseo, usted ha recibido instrucciones para que lea en voz alta dos veces por día el enunciado escrito de su deseo de dinero, y para que se vea y se sienta ya en posesión del mismo. Al seguir esas instrucciones, usted comunica el objeto de su deseo directamente a su subconsciente en un estado de fe absoluta. Mediante la repetición de este procedimiento, usted crea con su voluntad hábitos de pensamiento que son favorables a sus esfuerzos para transmutar el deseo en su equivalente monetario. Retroceda a esos seis pasos que se describen en el capítulo dos, para releerlos con mucha atención antes de seguir adelante. Luego (cuando llegue a esa parte), lea con atención las cuatro instrucciones para la organización de su «equipo de trabajo», que se describen en el capítulo sobre la planificación organizada. Al comparar esos dos conjuntos de instrucciones, usted se dará cuenta de que ambos se basan en el principio de la autosugestión. Recuerde, por lo tanto, cuando lea en voz alta el enunciado de su deseo (mediante el cual usted se empeña en desarrollar una «conciencia del dinero»), que la mera lectura de estas palabras no tendrá consecuencias…, a menos que usted las funda con la emoción, con el sentido de sus palabras. Su subconsciente reconoce y actúa sólo en los pensamientos que usted ha combinado con la emoción, con el sentimiento. Ése es un hecho tan importante como para garantizar la repetición prácticamente en cada capítulo, porque la falta de comprensión de eso es la razón principal de que la mayoría de la gente que trata de aplicar el principio de la autosugestión no logre los resultados deseados. Las palabras indiferentes, recitadas sin emoción, no influyen en el subconsciente. Usted no obtendrá resultados apreciables hasta que aprenda a llegar a su subconsciente con pensamientos o palabras habladas que hayan sido cargados con la emoción de la convicción. No se desanime si no puede controlar y dirigir sus emociones la primera vez que trate de hacerlo. Recuerde que no existe la posibilidad de obtener algo por nada. Por mucho que quiera, no podrá engañarse. El precio de la capacidad para influir en su subconsciente es la perseverancia incansable en la aplicación de los principios que se describen aquí. Usted no podrá formarse esa capacidad deseada por un precio menor. Usted, y sólo usted, debe decidir sí la recompensa por la que se está esforzando (la «conciencia del dinero») vale el precio que debe pagar por ella con su esfuerzo. Su habilidad para emplear el principio de la autosugestión dependerá, en gran medida, de su capacidad para concentrarse en un deseo dado hasta que ese deseo se convierta en una obsesión ardiente. CÓMO REFORZAR SUS PODERES DE CONCENTRACIÓN Cuando empiece a seguir las instrucciones de los seis pasos descritos en el segundo capítulo, será necesario que haga uso del principio de la concentración. Así pues, le ofreceremos sugerencias para el uso de la concentración eficaz. Cuando empiece a ejecutar el primero de los seis pasos, cuyas instrucciones son «determine la cantidad exacta de dinero que desea», mantenga el pensamiento concentrado en esa cantidad de dinero, o fijada la atención en él, con los ojos cerrados hasta que, de hecho, pueda ver el aspecto físico del dinero. Haga eso por lo menos una vez al día. A medida que progrese en estos ejercicios, siga las instrucciones dadas en el capítulo de la fe, ¡y véase a sí mismo en posesión del dinero! Aquí hay un hecho muy importante: el subconciente asume cualquier orden que se le dé en un estado mental de fe absoluta, y actúa siguiendo esas órdenes, aunque deban presentársele a menudo una y otra vez, mediante la repetición, antes de que el subconsciente las interprete. Teniendo en cuenta la afirmación anterior, considere la posibilidad de jugarle un «truco» perfectamente legítimo a su subconciente, y hágale creer, porque usted cree en ello, que usted debe obtener esa cantidad de dinero que está visualizando, que esa cantidad de dinero espera que usted sea su dueño, y que el subconsciente debe proporcionarle planes prácticos para conseguir un dinero que ya es suyo. Endósele la idea sugerida en el párrafo anterior a su imaginación, y vea cómo su imaginación puede, o podrá, crear planes prácticos para la acumulación de dinero mediante la transmutación de su deseo. No espere un plan definido, mediante el cual se propondrá intercambiar servicios o mercaderías a cambio del dinero que usted visualiza; en cambio, empiece a verse en posesión del dinero, esperando y exigiendo mientras tanto que su subconsciente le proporcione los planes que necesite. Esté alerta en espera de esos planes, y póngalos en acción inmediatamente cuando surjan. Cuando los planes aparezcan, «destellarán» en su mente a través del sexto sentido, con la forma de una «inspiración». Trátela ton respeto, y actúe según ella tan pronto corno la reciba. 26 En el cuarto de los seis pasos, se le indica que «cree un plan preciso para llevar a cabo su deseo, y empiece de inmediato a poner ese plan en acción». Debe seguir esta instrucción de la manera descrita en el párrafo anterior. No confíe en «la razón» a la hora de crear su plan para acumular dinero a través de la transmutación del deseo. Su facultad de razonamiento puede ser perezosa, y si depende por completo de sus servicios, quizá resulte defraudado. Al visualizar el dinero que se propone acumular (con los ojos cerrados), véase a sí mismo prestando el servicio, o proporcionando la mercancía que se propone dar a cambio de su dinero. ;Esto es importante! SEIS PASOS PARA ESTIMULAR SU SUBCONCIENTE Resumiremos ahora las instrucciones dadas en relación con los seis pasos del segundo capítulo, y las combinaremos con los principios presentados en éste. Primero: elija un sitio tranquilo (preferiblemente en la cama, por la noche), donde no vayan a distraerlo ni a interrumpirlo, cierre los ojos, y repita en voz alta (de manera que usted pueda oír sus propias palabras) el enunciado escrito de la cantidad de dinero que se propone acumular, el plazo para esta acumulación y una descripción de los servicios o de las mercancías que pretende dar a cambio del dinero. Al ejecutar estas instrucciones, véase a sí mismo ya en posesión del dinero. Por ejemplo, suponga que se propone acumular 50.000 dólares para el primero de enero de dentro de cinco años, que se propone prestar servicios personales a cambio del dinero, en carácter de vendedor. El enunciado escrito de su propósito deberá ser más o menos como el siguiente: «El primer día de enero de 19.., seré poseedor de 50.000 dólares, que afluirán a mí en diversas sumas de tiempo en tiempo durante ese lapso de cinco años. »A cambio de ese dinero daré los servicios más eficientes de que soy capaz, girando la mayor cantidad posible, y proporcionando la mejor calidad de servicios como vendedor de… (describa el servicio o la mercadería que se propone vender). »Confío en que tendré la posesión de ese dinero. Mi fe es tan fuerte que puedo verlo ahora ante mis ojos. Puedo tocarlo con las manos. Ahora está esperando ser de mi propiedad en el momento y en la proporción en que yo proporcione el servicio que estoy dispuesto a dar a cambio de él. Espero un plan con el que acumular ese dinero, y lo ejecutaré tan pronto como aparezca.» Segundo: repita este programa por la noche y por la mañana hasta que pueda ver (en su imaginación) el dinero que ha decidido acumular. Tercero: ponga una copia de su enunciado escrito en donde pueda verla por la noche y por la mañana, y léala justo antes de dormirse y antes de levantarse hasta que la haya memorizado. Al seguir estas instrucciones recuerde que está aplicando el principio de la autosugestión con el propósito de darle órdenes a su subconsciente. Recuerde, además, que su subconsciente acatará sólo instrucciones que estén cargadas emocionalmente, dirigidas hacia él con «sentimiento». La fe es la más fuerte y productiva de las emociones. Siga las instrucciones del capítulo dedicado a ella. Al principio, estas instrucciones pueden parecer abstractas. No se deje inquietar por eso. Siga las instrucciones, sin prestar atención a lo abstractas o lo poco prácticas que puedan parecerle. Pronto llegará el momento en que, si ha hecho lo que se le ha indicado, tanto en espíritu como en actos, todo un nuevo universo de poder se desplegará ante usted. EL SECRETO DEL PODER DE LA MENTE El escepticismo, en relación con las nuevas ideas, es una característica de todos los seres humanos. Pero si sigue las instrucciones indicadas, su escepticismo pronto se convertirá en convicción que a su vez se cristalizará en fe absoluta. Muchos filósofos han afirmado que el hombre es el dueño de su propio destino terrenal, pero casi ninguno ha conseguido decir por qué lo es. La razón de que el hombre pueda ser dueño de su propio estatus terrenal, y en especial de su nivel económico, queda expresada con todo detalle en este capítulo. El hombre puede convertirse en el dueño de sí mismo y de su ambiente, porque tiene el poder de influir en su propio subconsciente. Llevar a cabo la transmutación del deseo en dinero conlleva el empleo de la autosugestión como agente mediante el cual uno puede alcanzar el in consciente e influir en él. Los otros principios son simples herramientas con las que aplicar la autosugestión. Atesore esta idea y siempre tendrá conciencia de la importancia del principio de la autosugestión en sus esfuerzos para acumular dinero mediante los métodos que se describen en este libro. Una vez haya leído el libro entero, vuelva a este capítulo y, tanto en espíritu como en actos, siga estas instrucciones: Cada noche lea el capítulo entero en voz alta una vez, hasta que llegue a estar plenamente convencido de que el principio de la autosugestión se basa en la verdad y en el buen juicio, que obtendrá para usted todo lo que usted ha pedido. Mientras lea, subraye con un lápiz cada frase que le impresione favorablemente. Siga las instrucciones anteriores al pie de la letra, y el camino se le abrirá hacia una comprensión completa y el dominio de los principios del éxito. 27 CADA ADVERSIDAD, CADA FRACASO Y CADA ANGUSTIA LLEVAN CONSIGO LA SEMILLA DE UN BENEFICIO EQUIVALENTE O MAYOR
LA FE VISUALIZACIÓN Y CREENCIA EN LA CONSECUCIÓN DEL DESEO El segundo paso hacia la riqueza La fe es el elemento químico primordial de la mente. Cuando la fe se mezcla con el pensamiento, el subconsciente capta la vibración, la traduce en su equivalente espiritual, y la transmite a la Inteligencia Universal, como en el caso de la plegaria. Las emociones de la fe, el amor y el sexo son las más poderosas entre las principales emociones positivas. Cuando se mezclan las tres, tienen el efecto de «colorear» el pensamiento de tal manera que éste alcanza al momento el subconsciente, y allí se transforma en su equivalente espiritual, la forma singular que induce una respuesta de la Inteligencia Infinita. CÓMO ACRECENTAR LA FE Tenemos un planteamiento que le ayudará a comprender mejor la importancia que el principio de autosugestión asume en la transmutación del deseo en su equivalente físico o monetario: la fe es un estado mental que se puede inducir, o crear, con la afirmación o con las repetidas instrucciones al subconsciente, a través del principio de autosugestión. Como ejemplo, considere el propósito por el que presumiblemente usted está leyendo este libro. El objetivo es, por supuesto, adquirir la capacidad de transmutar el pensamiento intangible del impulso del deseo en su contrapartida física, el dinero. Al llevar a cabo las instrucciones descritas en los capítulos sobre la autosugestión y el subconsciente, resumidas en el capítulo de la autosugestión, usted puede convencer al subconsciente de que cree que recibirá lo que está pidiendo, y ello actuará en esa creencia, que su subconsciente le devolverá en forma de «fe», acompañada de planes precisos para procurar eso que usted desea. La fe es un estado mental que usted puede incrementar a voluntad, una vez que haya dominado los trece principios, porque se trata de un estado mental que crece voluntariamente, a través de la aplicación de esos principios. La repetición de la afirmación de órdenes a su subconciente es el único método conocido del crecimiento voluntario de la emoción de la fe. 19 Quizás el concepto le quede más claro con la siguiente explicación de la forma en que los hombres, a veces, se convierten en criminales. Para decirlo con las palabras de un famoso criminólogo, «Cuando los hombres entran por primera vez en contacto con el crimen, éste les repugna. Si siguen en contacto con él durante algún tiempo, se acostumbran, y lo toleran. Y si permanecen en contacto con el crimen durante el tiempo suficiente, acaban por aceptarlo y se dejan influir por él». Es el equivalente de decir que cualquier impulso de pensamiento que sea repetidamente encauzado hacia el subconsciente resulta aceptado e influye en el subconsciente, que procede a traducir ese impulso en su equivalente físico por el procedimiento más práctico que halle disponible. En relación con esto, vuelva a considerar la proposición de que todos los pensamientos que han sido «emocionalizados» (cargados emocionalmente) y mezclados con la fe empiezan inmediatamente a traducirse en su equivalente física o en su contrapartida. Las emociones, o la porción «sentimental.» de los pensamientos, son los factores que dan vitalidad y acción a éstos. Mezcladas con cualquier impulso de pensamiento, las emociones de la fe, el amor y el sexo le añaden más energía de la que tendría por sí sola. No sólo los impulsos de pensamiento que se hayan mezclado con la fe, sino los que se mezclan con cualquiera de las emociones positivas, o de las negativas, pueden alcanzar el subconsciente, e influir en él. NADIE ESTÁ «CONDENADO» A LA MALA SUERTE A partir de esta afirmación, usted comprenderá que el subconsciente traducirá. en su equivalente físico un impulso de pensamiento de naturaleza negativa o destructiva con tanta facilidad como actuaría con pensamientos de naturaleza positiva o constructiva. Esto explica el extraño fenómeno que millones de personas experimentan, denominado «infortunio» o «mala suerte». Hay millones de personas que se creen «condenadas» a la pobreza y al fracaso, por culpa de alguna fuerza extraña que creen no poder controlar. Ellos son los creadores de su propio «infortunio», a causa de esta creencia negativa, que su subconsciente adopta y traduce en su equivalente físico. Este es un momento apropiado para sugerirle de nuevo que usted puede beneficiarse, transmitiendo a su subconsciente cualquier deseo que quiera traducir en su equivalente físico o monetario, en un estado de esperanza o convicción de que la transmutación tendrá lugar. Su convicción, o su fe, es el elemento que determina la acción de su subconsciente. No hay nada que le impida «embaucar» a su subconsciente al darle instrucciones a través de la autosugestión, tal como yo «engañé» al subconsciente de mi hijo. Para llevar a cabo este «engaño» de manera más realista, cuando se dirija a su subconsciente, compórtese tal como lo haría si ya estuviera en posesión del objeto material que está pidiendo. Su subconsciente traducirá en su equivalente físico, por el medio más práctico y directo, cualquier orden que se le dé en un estado de convicción o de fe en que la orden se llevará a cabo. Sin duda, se ha dicho bastante para señalar un punto de partida desde el cual uno puede, mediante la experimentación y la práctica, adquirir la capacidad de mezclar la fe con cualquier orden que se le dé al subconsciente. La perfección surgirá a través de la Práctica. No puede aparecer por el mero hecho de leer las instrucciones. Es esencial para usted que estimule sus emociones positivas como fuerzas dominantes de su mente, y quite importancia y elimínelas emociones negativas. Una mente dominada por emociones positivas se convierte en una morada favorable para el estado mental conocido como fe. Una mente así dominada puede, voluntariamente, darle al subconsciente instrucciones que éste aceptará y ejecutará de inmediato. LA FE ES UN ESTADO MENTAL QUE SE PUEDE INDUCIR MEDIANTE LA AUTOSUGESTIÓN Durante todas las épocas, las religiones han exhortado a la humanidad en conflicto a «tener fe» en este o aquel dogma o credo, pero no han logrado explicar a las multitudes cómo tener fe. No han afirmado que «la fe es un estado mental que se puede inducir mediante la autosugestión». En un lenguaje que cualquier ser humano normal podrá entender, describiremos todo lo que se sabe sobre el principio mediante el cual la fe puede aparecer donde ya no existe. Tenga fe en usted; fe en el infinito. Antes de empezar, debería recordar que: ¡La fe es el «elixir eterno» que da vida, poder y acción al impulso del pensamiento! Merece la pena leer el enunciado anterior una segunda vez, y una tercera, y una cuarta. ¡Merece la pena leerlo en voz alta! ¡La fe es el punto inicial de toda acumulación de riquezas! ¡La fe es la base de todos los «milagros» y de todos los misterios que no se pueden analizar con los parámetros de la ciencia! ¡La fe es el único antídoto conocido contra el fracaso! ¡La fe es el elemento, el «componente químico» que, combinado con la plegaria, nos proporciona comunicación directa con la Inteligencia Infinita! ¡La fe es el elemento que transforma la vibración ordinaria del pensamiento, creada por la mente finita del hombre, en su equivalente espiritual! 20 ¡La fe es el único agente a través del cual el hombre puede dominar la fuerza de la Inteligencia Infinita, y usarla! LA MAGIA DE LA AUTOSUGESTIÓN La prueba es simple y fácil de demostrar. Va ligada al principio de autosugestión. Por lo tanto, centremos la atención en el tema de la autosugestión, para descubrir qué es y lo que se puede alcanzar con ella. Se sabe que uno llega, finalmente, a creer cualquier cosa que se repita a sí mismo, sea la afirmación verdadera o falsa. Si un hombre repite una mentira una y otra vez, con el tiempo aceptará esa mentira como algo cierto. Más aún, creerá que es cierta. Todo hombre es lo que es a causa de los pensamientos dominantes que él permite que ocupen su mente. Los pensamientos que un hombre adopta deliberadamente, y que anima con entusiasmo, y con los que combina una emoción o más, ¡constituyen las fuerzas motivadoras que dirigen y controlan cada uno de sus movimientos, actos y hazañas! Aquí tenemos el enunciado de una verdad muy importante: Los pensamientos combinados con cualquiera de las emociones constituyen una fuerza «magnética» que atrae otros pensamientos similares o relacionados. Un pensamiento así «magnetizado» con la emoción se puede comparar con una semilla que, cuando es plantada en terreno fértil, germina, crece y se multiplica una y otra vez, hasta que aquello que en un principio fue una semillita ¡se convierte en innumerables millones de semillas de la misma clase! La mente humana está constantemente atrayendo vibraciones que armonicen con aquella que la domina. Cualquier idea, plan, pensamiento o propósito que uno abrigue atrae infinidad de ideas afines, adhiere estas ideas a su propia fuerza, y crece hasta convertirse en el propósito maestro que domina y motiva al individuo en cuya mente se ha alojado. Volvamos ahora al punto inicial, para informarnos de cómo se puede plantar en la mente la semilla original de una idea. La información es fácil de en tender: cualquier idea, plan o propósito se puede injertar en la mente mediante la repetición del pensamiento. Por eso le damos instrucciones para que ponga por escrito un planteamiento de su propósito principal, u objetivo primordial y preciso, lo memorice y lo repita en voz alta todos los días, hasta que las vibraciones auditivas hayan alcanzado su subconsciente. Decídase a dejar de lado las influencias de todo ambiente desfavorable para construir su propia vida a medida. Al hacer un inventario de sus recursos y capacidades mentales, quizá usted descubra que su mayor debilidad sea su falta de confianza en sí mismo. Esta desventaja puede ser superada, y la timidez transformada en coraje a través de la ayuda que el principio de la autosugestión proporciona. La aplicación de este principio puede ejecutarse mediante la sencilla enunciación de los impulsos de pensamiento puestos por escrito, memorizados y repetidos hasta que lleguen a formar parte del instrumental del que la facultad inconsciente de su mente disponga. FÓRMULA DE LA CONFIANZA EN UNO MISMO Primero: sé que tengo la capacidad de alcanzar el objeto del propósito definido de mi vida; por lo tanto, exijo de mí mismo acción perseverante y continua hasta conseguirlo, y aquí y ahora prometo ejecutar tal acción. Segundo: me doy cuenta de que los pensamientos dominantes de mi mente se reproducirán con el paso del tiempo en actos externos y físicos para transformarse en una realidad física; por lo tanto, concentraré mis pensamientos durante treinta minutos cada día en la tarea de pensar en la persona en que me propongo convertirme, creando de este modo una imagen mental clara. Tercero: sé que, mediante el principio de la autosugestión, cualquier deseo que abrigue con perseverancia buscará expresarse a través de ciertos medios prácticos para obtener el objeto que haya tras él; por lo tanto, dedicaré diez minutos cada día a pedirme el incremento de la confianza en mí mismo. Cuarto: he escrito con claridad una descripción del objetivo primordial de mi vida, y nunca dejaré de esforzarme, hasta que haya conseguido la suficiente confianza en mí mismo para alcanzarlo. Quinto: comprendo con claridad que no hay riqueza ni posición que pueda durar mucho tiempo, a menos que se haya formado sobre la lealtad y la justicia; por lo tanto, no me comprometeré en ninguna transacción que no beneficie a todos a los que afecte. Tendré éxito atrayendo hacia mí las fuerzas que deseo emplear, y la cooperación de otras personas. Induciré a otros a servirme, por obra de mi disposición de servir a otros. Eliminaré el desprecio, la envidia, los celos, el egoísmo y el cinismo y cultivaré el amor por toda la humanidad, porque sé que una actitud negativa hacia los demás nunca me dará el éxito. Haré que los demás crean en mí, porque yo creeré en ellos y en mí mismo. Firmaré esta fórmula con mi nombre, la memorizaré y la repetiré en voz alta una vez cada día, con la fe absoluta de que influirá gradualmente en mis pensamientos y mis actos para que yo me convierta en una persona que confía en sí misma y que goza del privilegio del éxito. Tras esta fórmula hay una ley de la naturaleza que ningún hombre ha sido todavía capaz de explicar. El nombre por el que dicha ley se conoce tiene poca importancia. Lo que importa de ella es que… FUNCIONA, para la gloria y el progreso de la especie humana, si es usada de forma constructiva. Por otra parte, si se la usa destructivamente, destruirá con la misma facilidad. En esta afirmación podemos encontrar una verdad muy importante: quienes se hunden en la frustración y acaban su vida en la pobreza, la miseria y la angustia lo hacen a causa de la aplicación negativa del principio de la autosugestión. La causa se puede encontrar en el hecho de que todos los impulsos de pensamiento tienen tendencia a vestirse de su equivalente físico. 21 EL DESASTRE DEL PENSAMIENTO NEGATIVO El subconsciente no distingue entre impulsos de pensamiento positivos o negativos. Trabaja con el material que le suministramos, a través de nuestros impulsos de pensamiento. El subconsciente traducirá en algo real un pensamiento regido por el miedo con tanta facilidad como transformaría en realidad un pensamiento regido por el coraje, o por la fe. Tal como la electricidad hace girar las ruedas de la industria, y rinde servicios útiles si se la emplea correctamente, o acaba con la vida si se hace mal uso de ella, así, la ley de la autosugestión nos conducirá a la paz y la prosperidad o nos arrastrará hacia el valle de la miseria, el fracaso y la muerte, de acuerdo con el grado de comprensión y aplicación que tengamos de ella. Si uno se llena la cabeza de miedos, dudas y desconfianza en su capacidad para conectar y usar la fuerza de la Inteligencia Infinita, la ley de la autosugestión adoptará ese espíritu de desconfianza y lo usará como patrón mediante el cual el subconsciente lo traducirá en su equivalente físico. Así como el viento arrastra una nave hacia el Este y otra hacia el Oeste, usted será elevado o hundido por la ley de la autosugestión de acuerdo con la manera en, que usted oriente las velas de su pensamiento. La ley de la autosugestión, que puede elevar a cualquier persona a niveles asombrosos de realización, queda bien descrita en los siguientes versos. Si piensas que estás vencido, lo estás. Si piensas que no te atreves, así es. Si te gusta ganar, pero piensas que no puedes, es casi seguro: no ganarás. Si piensas que perderás, estás perdido, pues el mundo nos enseña que el éxito empieza en la voluntad del hombre… Todo está en el estado de ánimo. Si piensas que eres superior, lo eres. Has tenido que pensar alto para ascender. Has tenido que estar seguro de ti mismo antes de ganar ningún premio. Las batallas de la vida no siempre favorecen al hombre más fuerte o al más rápido, pero tarde o temprano el hombre que gana es el hombre que PIENSA QUE PUEDE! Observe las palabras que se han destacado, y captará el profundo significado que el poeta expresa. ¿QUÉ GENIO YACE DORMIDO EN SU CEREBRO? En algún rincón de su carácter está latente, dormida, la semilla de la realización que, si germinara y se pusiera en acción, lo elevaría a niveles que tal vez usted nunca soñó alcanzar. Así como un virtuoso puede arrancar las melodías más hermosas de las cuerdas de su violín, usted puede despertar al genio que yace dormido en su mente, y hacer que lo conduzca hacia arriba, hacia cualquier objetivo que desee alcanzar. Abraham Lincoln fue un fracasado en todo lo que intentó…, hasta después de haber alcanzado los cuarenta años. Fue un Don Nadie, de Ninguna Parte, hasta que una gran experiencia entró en su vida y despertó al genio dormido que había en su corazón y en su cerebro, para darle al mundo uno de sus hombres realmente grandes. Esa «experiencia» estaba combinada con las emociones de la aflicción y el amor. Le aconteció a través de Ann Rutledge, la única mujer a quien él amó realmente. Es sabido que la emoción del amor está ligada al estado de ánimo conocido como la fe, y esto se debe que el amor se aproxima mucho a traducir los impulsos de pensamiento propios en su equivalente espiritual. Durante su labor de investigación, el autor ha descubierto, a partir del análisis de la vida y obra y realizaciones de centenares de hombres de posiciones destacadas, que detrás de casi cada uno de ellos existía la influencia del amor de una mujer. Si quiere pruebas del poder de la fe, examine las realizaciones de los hombres y mujeres que se han valido de ella. Jesús, el Nazareno, encabeza la lista. La base de la cristiandad es la fe, con independencia de cuántas personas hayan falseado o malinterpretado el significado de esa gran fuerza. La esencia de las enseñanzas y de las realizaciones de Cristo, que pueden haberse interpretado como «milagros», son nada más y nada menos que fe. Si hay fenómenos «milagrosos», ¡se producen sólo a través del estado mental conocido como la fe! Consideremos el poder de la fe, tal como nos la mostró un hombre bien conocido por toda la humanidad: el Mahatma Gandhi, de la India. En este hombre, el mundo tuvo uno de los ejemplos más sorprendentes de las posibilidades de la fe que conozca la humanidad. Gandhi ostentó más poder potencial que ningún otro de sus contemporáneos, y ello a pesar del hecho de que no contó con ninguna de las herramientas ortodoxas del poder, tales como dinero, barcos de guerra, soldados ni material bélico. Gandhi no tenía dinero, ni casa, ni siquiera ropas, pero tenía poder. ¿Cómo lo obtuvo? Lo creó a partir de su comprensión del principio de la fe, y mediante su capacidad para trasplantar esa fe al espíritu de doscientos millones de personas. Gandhi consiguió la sorprendente proeza de influir en doscientos millones de mentes para formar un conglomerado humano que se moviese al unísono, como un solo hombre. ¿Qué otra fuerza de este mundo, aparte de la fe, puede lograr tanto? 22 CÓMO UNA IDEA CONSTRUYÓ UNA FORTUNA Debido a la necesidad de la fe y de la cooperación en el funcionamiento de los negocios y de la industria, será tan interesante como provechoso analizar un suceso que nos proporciona un excelente ejemplo para la comprensión del método por el cual los individualistas y los hombres de negocios acumulan grandes fortunas al dar antes de intentar obtener. El suceso elegido para este ejemplo data de comienzos de siglo, cuando se estaba formando la United States Steel Corporation (Corporación del Acero de Estados Unidos). A medida que lea la historia, tenga presente esos hechos fundamentales, y comprenderá cómo las ideas se han convertido en fortunas inmensas. Si usted es de los que se han preguntado a menudo cómo se han acumulado las grandes fortunas, esta historia de la creación de la United States Steel Corporation le resultará esclarecedora. Si tiene alguna duda de que los hombres pueden pensar y hacerse ricos, esta historia disipará esa duda, porque usted podrá ver con claridad en la historia de la United States Steel Corporation la aplicación de una porción importante de los principios que se describen en este libro. El asombroso relato del poder de una idea ha sido escrito de forma espectacular por John Lowell, del New York World-Telegram, y la transcribimos con su cortesía: UN BONITO DISCURSO DE SOBREMESA POR MIL MILLONES DE DÓLARES Aquella noche del 12 de diciembre de 1900, en la que unos ochenta miembros de la sociedad financiera se reunieron en el salón de banquetes del University Club, en la Quinta Avenida, para hacer los honores a un hombre joven del Oeste de Estados Unidos, ni media docena de los invi tados supuso que estaban a punto de presenciar el episodio más importante de la historia de la industria estadounidense. J. Edward Simmons y Charles Stewart Smith, llenos de gratitud por la pródiga hospitalidad con que Charles M. Schwab les había regalado durante una reciente visita a Pittsburgh, habían organizado la cena para presentar a aquel empresario del acero de treinta y ocho años a la sociedad de banqueros del Este de Estados Unidos. Pero no esperaban que magnetizara de tal modo la convención. De hecho, le advirtieron que los corazones que rellenaban las camisas de Nueva York no reaccionarían a la oratoria, y que si no quería aburrir a los Stilman y los Harriman y los Vanderbilt, sería mejor que se limitara a quince o veinte minutos de intrascendencias amables, pero nada más. Incluso John Pierpoint Morgan, sentado a la derecha de Schwab, como indicaba su dignidad imperial, se contentó con agradecer muy breve mente su presencia en la mesa del banquete. Y en lo que se refería a la prensa y al público, todo el asunto presentaba tan poco interés que los periódicos del día siguiente ni lo mencionaron. De manera que los dos anfitriones y sus distinguidos invitados probaron los habituales siete u ocho platos. Hubo poca conversación y, versara sobre lo que versase, fue parca y discreta. Aunque algunos de los banqueros y agentes de Bolsa habían visto antes a Schwab, cuya carrera había florecido en los Bancos de Monongahela, ninguno lo conocía bien. Pero, antes de que la velada acabara, ellos y «Money Master Morgan» quedarían admirados, y un bebé de mil millones de dólares, la United States Steel Corporation, nacería allí. Quizá sea una lástima para la historia que no se haya hecho ninguna grabación del discurso de Charlie Schwab en aquella cena. Sin embargo, tal vez se tratara de un discurso «casero», con incorrecciones gramaticales (pues los perfeccionismos del lenguaje nunca le interesaron a Schwab), lleno de refranes y compaginado con ingenio. Pero, aparte de eso, obtuvo una fuerza y un efecto impresionantes sobre los cinco mil millones de dólares de capital estimado que los comensales representaban. Cuando terminó, y la reunión vibraba todavía con sus palabras, aunque Schwab había hablado durante noventa minutos, Morgan condujo al orador a una ventana apartada donde, balanceando las piernas en un alto e incómodo asiento, hablaron durante una hora más. La magia de la personalidad de Schwab se había puesto en acción con toda su potencia, pero lo más importante y perdurable fue el pro grama detallado y explícito que presentó para el engrandecimiento del acero. Muchos otros hombres habían tratado de interesar a Morgan en montar juntos un trust del acero a partir de combinaciones con empresas de pastelería, cables y flejes, azúcar, goma, whisky, aceite o goma de mascar. John W. Gates, el apostador, lo había urgido a hacerlo, pero Morgan no había confiado en él. Los hermanos Moore, Bill y Jim, mayoristas de Chicago que habían fusionado una fosforera y una corporación de galletitas, habían tratado de convencerlo, fracasando en su intento. Elbert H. Gary, el sacrosanto abogado del Estado, quiso atraerlo a su terreno, mas no llegó a ser lo bastante grande como para impresionarlo. Hasta que la elocuencia de Schwab elevó a J. P. Morgan a las alturas desde donde pudo vi sualizar los sólidos resultados del proyecto financiero más atrevido que se hubiera concebido nunca, la idea era considerada un delirante sueño de especuladores ingenuos. El magnetismo financiero que, hace una generación, empezó a atraer miles de compañías pequeñas y a veces ineficazmente dirigidas a combinaciones más .grandes y competitivas, se ha vuelto operativo en el mundo del acero gracias a los artilugios de aquel jovial pirata de los negocios, John W. Gates. Este había formado ya la American Steel and Wire Company con una cadena de pequeñas empresas, y junto con Morgan había creado la Federal Steel Company. Pero al lado del gigantesco trust vertical de Andrew Carnegie, dirigido por sus cincuenta y tres accionistas, esas otras combinaciones resultaban insignificantes. Podían combinarse como mejor les pareciese, pero ni todas juntas harían mella en la organización de Carnegie, y Morgan lo sabía. 23 El viejo escocés excéntrico también lo sabía. Desde las majestuosas alturas de Skibo Castle había visto, primero divertido y luego con resenti miento, los intentos de las pequeñas compañías de Morgan entremetiéndose en sus negocios. Cuando esos intentos se tornaron demasiado importantes, el mal genio de Carnegie se convirtió en ira y en deseos de venganza. Decidió duplicar cada fábrica suya por cada una que sus rivales poseyeran. Hasta entonces no había tenido interés en cables, tubos, flejes ni planchas. En cambio, se contentaba con venderle el acero en bruto a esas compañías y las dejaba que trabajaran en la especialización que quisieran. Ahora, con Schwab como jefe y lugarteniente capaz, planeaba arrinconar a sus enemigos contra la pared. Así fue como Morgan vio la solución a su problema de combinaciones en el discurso de Charles M. Schwab. Un trust sin Carnegie, el gigante, no sería ningún trust, sino un pastel de ciruelas sin ciruelas. El discurso de Schwab de aquella noche del 12 de diciembre de 1900 aportó la sugerencia, que no la solicitud, de que el vasto imperio Carnegie podía llegar a estar bajo la sombra de Morgan. Habló del futuro mundial del acero, de reorganización en aras de la eficiencia, de especialización, de deshacerse de compañías improductivas, de la concentración del esfuerzo en las propiedades florecientes, de ahorros en el tráfico de mineral bruto, de ahorros en los departamentos directivos y administrativos, de captar mercados extranjeros. Más que todo eso, les dijo a los bucaneros que había entre ellos dónde estaban los errores de su piratería habitual. Sus propósitos, suponía él, habían sido crear monopolios, aumentar los precios y pagarse a sí mismos dividendos exagerados más allá de todo privilegio. Con su estilo campechano, Schwab condenó ese sistema. La estrechez de miras de semejante política, dijo a su auditorio, residía en el hecho de que restringía el mercado en un momento en que todo pugnaba por la expansión. Abaratando el coste del acero, explicó, se crearía un mercado expansivo; se idearían más usos para el acero y se captaría una parte considerable del mundo de la industria. En realidad, aunque él no lo supiese, Schwab era un apóstol de la moderna fabricación en serie. Así acabó la cena en el University Club. Morgan se fue a su casa, para pensar en las predicciones de progreso de Schwab. Schwab regresó a Pittsburgh, a dirigir el negocio siderúrgico para «Wee Andra Carnegie», mientras Gary y todos los demás volvían a sus teletipos, para especular, anticipándose al próximo movimiento. No tardó mucho en suceder. A Morgan le llevó más o menos una semana digerir el festín de razonamientos que Schwab le había puesto delante. Cuando se aseguró de que no iba a sufrir ninguna «indigestión financiera», llamó a Schwab…, y se encontró con un hombre bastante reticente. Al señor Carnegie, le dijo Schwab, quizá no le alegrara mucho descubrir que el presidente de su conglomerado de empresas había estado coqueteando con el emperador de Wall Street, el barrio que Carnegie había resuelto no pisar jamás. Entonces John W. Gates, que hacía de intermediario entre Morgan y Schwab, sugirió que si Schwab estuviera casualmente de paso por el Belle Vue Hotel, de Filadelfia, J. P. Morgan podía «coincidir» con él en el mismo sitio. Sin embargo, cuando Schwab llegó, Morgan se hallaba enfermo en su casa de Nueva York, y, presionado por el hombre mayor, Schwab viajó a Nueva York y se presentó ante la puerta de la biblioteca del financiero. En la actualidad, ciertos historiadores de la economía han expresado la sospecha de que esta historia, desde el principio al fin, fue planificada por Andrew Carnegie, que la cena en honor de Schwab, el célebre discurso, la reunión del domingo por la noche entre Schwab y el rey del dinero fueron sucesos que el sagaz escocés había preparado de antemano. La verdad es precisamente todo lo contrario. Cuando Schwab fue llamado a cerrar el trato, ni siquiera sabía si el «jefecito», como llamaban a Andrew, prestaría atención a una oferta de vender, en particular a un grupo de hombres a quienes Andrew consideraba dotados de algo menos que la beatitud. Pero Schwab acudió a la reunión con seis hojas escritas de su puño y letra, llenas de datos que, según él, representaban el valor físico y potencial de rendimiento de cada compañía metalúrgica que él consideraba una estrella esencial en el nuevo firmamento del metal. Cuatro hombres sopesaron esos esquemas durante toda la noche. El jefe, por supuesto, era Morgan, firme en su credo del derecho divino del dinero. Con él estaba su socio aristocrático, Robert Bacon, un erudito y un caballero. El tercero era John W. Gates, a quien Morgan tachaba de apostador y utilizaba como herramienta. El cuarto era Schwab, que sabía más sobre el proceso de elaborar y vender acero que cualquier grupo de hombres de su época. A lo largo de aquella conferencia, los esquemas del hombre de Pittsburgh no se cuestionaron nunca. Si él decía que una compañía valía tanto, así era, y punto. También insistió en incluir en la combinación sólo las empresas que él tenía nominadas. Había concebido una corporación sin dobleces, donde ni siquiera quedaba lugar para satisfacer la codicia de amigos que deseaban descargar sus compañías sobre los anchos hombros de Morgan. Al amanecer, Morgan se puso de pie y se desperezó. Sólo quedaba un asunto pendiente. -¿Cree que puede persuadir a Andrew Carnegie de vender? -preguntó. -Puedo intentarlo -repuso Schwab. -Si usted consigue que venda, me comprometeré en todo este asunto -aseguró Morgan. Hasta allí todo iba bien. Pero ¿vendería Carnegie? ¿Cuánto pediría? (Schwab pensaba en unos 320 millones de dólares.) ¿Cómo se efectuaría el pago? ¿En acciones ordinarias o preferentes? ¿En bonos? ¿En efectivo? Nadie podía reunir trescientos veinte millones de dólares en efectivo. En enero acudieron a un partido de golf en los helados prados de St. Andrews, en Westchester, Andrew envuelto en jerséis, bien abrigado, y Charlie conversando de trivialidades, para ejercitar el buen humor. Pero no se pronunció ni una palabra sobre negocios hasta que la 24 pareja se sentó en la cálida sala de la cabaña que Carnegie poseía cerca de allí. Entonces, con el mismo poder de convicción con que había hipnotizado a ochenta millonarios en el University Club, Schwab dejó caer rutilantes promesas de retiro y comodidad, de los innumerables millones que satisfarían los caprichos sociales del viejo escocés. Carnegie estuvo de acuerdo, escribió algo en un trozo de papel y dijo: -Muy bien, venderemos por este precio. La cifra era de unos 400 millones de dólares y surgió a partir de los 320 millones que Schwab había previsto como precio básico, añadiéndole 80 millones para recuperar el valor aumentado sobre el capital previsto durante los últimos dos años. Más tarde, en la cubierta de un transatlántico, el escocés le decía arrepentido a Morgan: -Ojalá te hubiera pedido cien millones más. -Si me los hubieras pedido, te los hubiese dado -le respondió Morgan, amable. Hubo cierto alboroto, por supuesto. Un corresponsal británico envió un cable diciendo que el mundo del acero extranjero estaba «aterra do» ante la gigantesca corporación. El presidente Hadley, de Yale, declaró que a menos que se regulasen los trusts, el país tendría «un emperador en Washington durante los próximos veinticinco años». Pero ese hábil agente de Bolsa que Keene era se aplicó a su trabajo de impulsar tan vigorosamente las nuevas acciones hacia el público, que todo el exceso de liquidez, estimado por algunos en cerca de 600 millones de dólares, fue absorbido en un abrir y cerrar de ojos. De manera que Carnegie obtuvo sus millones; el sindicato de Morgan consiguió 62 millones por todos sus «problemas», y todos los «muchachos», desde Gates a Gary, también ganaron sus millones. Schwab, de 38 años, obtuvo su recompensa. Fue nombrado presidente de la nueva corporación, y ostentó el cargo hasta 1930. LA RIQUEZA EMPIEZA CON UNA IDEA La impresionante historia del gran negocio que usted acaba de leer es un ejemplo perfecto del método por el cual el deseo puede transmutarse en su equivalente físico. Esa gigantesca organización se creó en la imaginación de un hombre. El plan por el que le proporcionaban a la organización hornos de acero que aportaban su estabilidad financiera se creó en la mente de la misma persona. Su fe, su deseo, su imaginación, su perseverancia fueron los verdaderos ingredientes esenciales que conformaron la United States Steel Corporation. Los hornos y los equipos mecánicos adquiridos por la empresa, después de haber surgido a la existencia legal, fueron incidentales, pero un análisis cuidadoso revelará el hecho de que el valor aumentado de las propiedades adquiridas por la corporación se incrementó en unos seiscientos millones de dólares, por la mera transacción que los consolidaba bajo una misma gerencia. En otras palabras, la idea de Charles M. Schwab, sumada a la fe con la que contagió a J. P. Morgan y a los demás, había dado unos beneficios de unos seiscientos millones de dólares. ¡No es una suma insignificante por una sola idea! La United States Steel Corporation prosperó hasta convertirse en una de las empresas más ricas y poderosas de Estados Unidos, dando empleo a miles de personas, desarrollando nuevas aplicaciones para el acero, y abriendo nuevos mercados, demostrando de ese modo que los seiscientos millones de beneficio que la idea de Schwab produjo estaban bien merecidos. ¡La riqueza empieza a partir de una idea! La cantidad está limitada sólo por la persona en cuya mente esa idea se pone en movimiento.. ¡La fe elimina las limitaciones! Cuando esté preparado para negociarle a la vida lo que usted desee, recuerde: usted es el que pone el precio por obtener lo que quiere.
Cuatro hombres sopesaron esos esquemas durante toda la noche. El jefe, por supuesto, era Morgan, firme en su credo del derecho divino del dinero. Con él estaba su socio aristocrático, Robert Bacon, un erudito y un caballero. El tercero era John W. Gates, a quien Morgan tachaba de apostador y utilizaba como herramienta. El cuarto era Schwab, que sabía más sobre el proceso de elaborar y vender acero que cualquier grupo de hombres de su época. A lo largo de aquella conferencia, los esquemas del hombre de Pittsburgh no se cuestionaron nunca. Si él decía que una compañía valía tanto, así era, y punto.
También insistió en incluir en la combinación sólo las empresas que él tenía nominadas. Había concebido una corporación sin dobleces, donde ni siquiera quedaba lugar para satisfacer la codicia de amigos que deseaban descargar sus compañías sobre los anchos hombros de Morgan.
Al amanecer, Morgan se puso de pie y se desperezó. Sólo quedaba un asunto pendiente. -¿Cree que puede persuadir a Andrew Carnegie de vender? -preguntó. -Puedo intentarlo -repuso Schwab. -Si usted consigue que venda, me comprometeré en todo este asunto -aseguró Morgan. Hasta allí todo iba bien. Pero ¿vendería Carnegie? ¿Cuánto pediría? (Schwab pensaba en unos 320 millones de dólares.) ¿Cómo se efectuaría el pago? ¿En acciones ordinarias o preferentes? ¿En bonos? ¿En efectivo? Nadie podía reunir trescientos veinte millones de dólares en efectivo. En enero acudieron a un partido de golf en los helados prados de St. Andrews, en Westchester, Andrew envuelto en jerséis, bien abrigado, y Charlie conversando de trivialidades, para ejercitar el buen humor. Pero no se pronunció ni una palabra sobre negocios hasta que la pareja se sentó en la cálida sala de la cabaña que Carnegie poseía cerca de allí. Entonces, con el mismo poder de convicción con que había hipnotizado a ochenta millonarios en el University Club, Schwab dejó caer rutilantes promesas de retiro y comodidad, de los innumerables millones que satisfarían los caprichos sociales del viejo escocés. Carnegie estuvo de acuerdo, escribió algo en un trozo de papel y dijo: -Muy bien, venderemos por este precio. La cifra era de unos 400 millones de dólares y surgió a partir de los 320 millones que Schwab había previsto como precio básico, añadiéndole 80 millones para recuperar el valor aumentado sobre el capital previsto durante los últimos dos años.
Más tarde, en la cubierta de un transatlántico, el escocés le decía arrepentido a Morgan: -Ojalá te hubiera pedido cien millones más. -Si me los hubieras pedido, te los hubiese dado -le respondió Morgan, amable.
Hubo cierto alboroto, por supuesto. Un corresponsal británico envió un cable diciendo que el mundo del acero extranjero estaba «aterra do» ante la gigantesca corporación. El presidente Hadley, de Yale, declaró que a menos que se regulasen los trusts, el país tendría «un emperador en Washington durante los próximos veinticinco años». Pero ese hábil agente de Bolsa que Keene era se aplicó a su trabajo de impulsar tan vigorosamente las nuevas acciones hacia el público, que todo el exceso de liquidez, estimado por algunos en cerca de 600 millones de dólares, fue absorbido en un abrir y cerrar de ojos. De manera que Carnegie obtuvo sus millones; el sindicato de Morgan consiguió 62 millones por todos sus «problemas», y todos los «muchachos», desde Gates a Gary, también ganaron sus millones.
Schwab, de 38 años, obtuvo su recompensa. Fue nombrado presidente de la nueva corporación, y ostentó el cargo hasta 1930.
LA RIQUEZA EMPIEZA CON UNA IDEA La impresionante historia del gran negocio que usted acaba de leer es un ejemplo perfecto del método por el cual el deseo puede transmutarse en su equivalente físico.
Esa gigantesca organización se creó en la imaginación de un hombre. El plan por el que le proporcionaban a la organización hornos de acero que aportaban su estabilidad financiera se creó en la mente de la misma persona. Su fe, su deseo, su imaginación, su perseverancia fueron los verdaderos ingredientes esenciales que conformaron la United States Steel Corporation. Los hornos y los equipos mecánicos adquiridos por la empresa, después de haber surgido a la existencia legal, fueron incidentales, pero un análisis cuidadoso revelará el hecho de que el valor aumentado de las propiedades adquiridas por la corporación se incrementó en unos seiscientos millones de dólares, por la mera transacción que los consolidaba bajo una misma gerencia.
En otras palabras, la idea de Charles M. Schwab, sumada a la fe con la que contagió a J. P. Morgan y a los demás, había dado unos beneficios de unos seiscientos millones de dólares. ¡No es una suma insignificante por una sola idea!
La United States Steel Corporation prosperó hasta convertirse en una de las empresas más ricas y poderosas de Estados Unidos, dando empleo a miles de personas, desarrollando nuevas aplicaciones para el acero, y abriendo nuevos mercados, demostrando de ese modo que los seiscientos millones de beneficio que la idea de Schwab produjo estaban bien merecidos.
¡La riqueza empieza a partir de una idea!
La cantidad está limitada sólo por la persona en cuya mente esa idea se pone en movimiento.. ¡La fe elimina las limitaciones! Cuando esté preparado para negociarle a la vida lo que usted desee, recuerde: usted es el que pone el precio por obtener lo que quiere.
El viejo escocés excéntrico también lo sabía. Desde las majestuosas alturas de Skibo Castle había visto, primero divertido y luego con resenti miento, los intentos de las pequeñas compañías de Morgan entremetiéndose en sus negocios. Cuando esos intentos se tornaron demasiado importantes, el mal genio de Carnegie se convirtió en ira y en deseos de venganza. Decidió duplicar cada fábrica suya por cada una que sus rivales poseyeran. Hasta entonces no había tenido interés en cables, tubos, flejes ni planchas. En cambio, se contentaba con venderle el acero en bruto a esas compañías y las dejaba que trabajaran en la especialización que quisieran. Ahora, con Schwab como jefe y lugarteniente capaz, planeaba arrinconar a sus enemigos contra la pared. Así fue como Morgan vio la solución a su problema de combinaciones en el discurso de Charles M. Schwab. Un trust sin Carnegie, el gigante, no sería ningún trust, sino un pastel de ciruelas sin ciruelas. El discurso de Schwab de aquella noche del 12 de diciembre de 1900 aportó la sugerencia, que no la solicitud, de que el vasto imperio Carnegie podía llegar a estar bajo la sombra de Morgan. Habló del futuro mundial del acero, de reorganización en aras de la eficiencia, de especialización, de deshacerse de compañías improductivas, de la concentración del esfuerzo en las propiedades florecientes, de ahorros en el tráfico de mineral bruto, de ahorros en los departamentos directivos y administrativos, de captar mercados extranjeros. Más que todo eso, les dijo a los bucaneros que había entre ellos dónde estaban los errores de su piratería habitual. Sus propósitos, suponía él, habían sido crear monopolios, aumentar los precios y pagarse a sí mismos dividendos exagerados más allá de todo privilegio. Con su estilo campechano, Schwab condenó ese sistema. La estrechez de miras de semejante política, dijo a su auditorio, residía en el hecho de que restringía el mercado en un momento en que todo pugnaba por la expansión. Abaratando el coste del acero, explicó, se crearía un mercado expansivo; se idearían más usos para el acero y se captaría una parte considerable del mundo de la industria. En realidad, aunque él no lo supiese, Schwab era un apóstol de la moderna fabricación en serie. Así acabó la cena en el University Club. Morgan se fue a su casa, para pensar en las predicciones de progreso de Schwab. Schwab regresó a Pittsburgh, a dirigir el negocio siderúrgico para «Wee Andra Carnegie», mientras Gary y todos los demás volvían a sus teletipos, para especular, anticipándose al próximo movimiento. No tardó mucho en suceder. A Morgan le llevó más o menos una semana digerir el festín de razonamientos que Schwab le había puesto delante. Cuando se aseguró de que no iba a sufrir ninguna «indigestión financiera», llamó a Schwab…, y se encontró con un hombre bastante reticente. Al señor Carnegie, le dijo Schwab, quizá no le alegrara mucho descubrir que el presidente de su conglomerado de empresas había estado coqueteando con el emperador de Wall Street, el barrio que Carnegie había resuelto no pisar jamás. Entonces John W. Gates, que hacía de intermediario entre Morgan y Schwab, sugirió que si Schwab estuviera casualmente de paso por el Belle Vue Hotel, de Filadelfia, J. P. Morgan podía «coincidir» con él en el mismo sitio. Sin embargo, cuando Schwab llegó, Morgan se hallaba enfermo en su casa de Nueva York, y, presionado por el hombre mayor, Schwab viajó a Nueva York y se presentó ante la puerta de la biblioteca del financiero. En la actualidad, ciertos historiadores de la economía han expresado la sospecha de que esta historia, desde el principio al fin, fue planificada por Andrew Carnegie, que la cena en honor de Schwab, el célebre discurso, la reunión del domingo por la noche entre Schwab y el rey del dinero fueron sucesos que el sagaz escocés había preparado de antemano. La verdad es precisamente todo lo contrario. Cuando Schwab fue llamado a cerrar el trato, ni siquiera sabía si el «jefecito», como llamaban a Andrew, prestaría atención a una oferta de vender, en particular a un grupo de hombres a quienes Andrew consideraba dotados de algo menos que la beatitud. Pero Schwab acudió a la reunión con seis hojas escritas de su puño y letra, llenas de datos que, según él, representaban el valor físico y potencial de rendimiento de cada compañía metalúrgica que él consideraba una estrella esencial en el nuevo firmamento del metal.
UN BONITO DISCURSO DE SOBREMESA POR MIL MILLONES DE DÓLARES Aquella noche del 12 de diciembre de 1900, en la que unos ochenta miembros de la sociedad financiera se reunieron en el salón de banquetes del University Club, en la Quinta Avenida, para hacer los honores a un hombre joven del Oeste de Estados Unidos, ni media docena de los invi tados supuso que estaban a punto de presenciar el episodio más importante de la historia de la industria estadounidense. J. Edward Simmons y Charles Stewart Smith, llenos de gratitud por la pródiga hospitalidad con que Charles M. Schwab les había regalado durante una reciente visita a Pittsburgh, habían organizado la cena para presentar a aquel empresario del acero de treinta y ocho años a la sociedad de banqueros del Este de Estados Unidos. Pero no esperaban que magnetizara de tal modo la convención. De hecho, le advirtieron que los corazones que rellenaban las camisas de Nueva York no reaccionarían a la oratoria, y que si no quería aburrir a los Stilman y los Harriman y los Vanderbilt, sería mejor que se limitara a quince o veinte minutos de intrascendencias amables, pero nada más. Incluso John Pierpoint Morgan, sentado a la derecha de Schwab, como indicaba su dignidad imperial, se contentó con agradecer muy breve mente su presencia en la mesa del banquete. Y en lo que se refería a la prensa y al público, todo el asunto presentaba tan poco interés que los periódicos del día siguiente ni lo mencionaron. De manera que los dos anfitriones y sus distinguidos invitados probaron los habituales siete u ocho platos. Hubo poca conversación y, versara sobre lo que versase, fue parca y discreta. Aunque algunos de los banqueros y agentes de Bolsa habían visto antes a Schwab, cuya carrera había florecido en los Bancos de Monongahela, ninguno lo conocía bien. Pero, antes de que la velada acabara, ellos y «Money Master Morgan» quedarían admirados, y un bebé de mil millones de dólares, la United States Steel Corporation, nacería allí. Quizá sea una lástima para la historia que no se haya hecho ninguna grabación del discurso de Charlie Schwab en aquella cena. Sin embargo, tal vez se tratara de un discurso «casero», con incorrecciones gramaticales (pues los perfeccionismos del lenguaje nunca le interesaron a Schwab), lleno de refranes y compaginado con ingenio. Pero, aparte de eso, obtuvo una fuerza y un efecto impresionantes sobre los cinco mil millones de dólares de capital estimado que los comensales representaban. Cuando terminó, y la reunión vibraba todavía con sus palabras, aunque Schwab había hablado durante noventa minutos, Morgan condujo al orador a una ventana apartada donde, balanceando las piernas en un alto e incómodo asiento, hablaron durante una hora más. La magia de la personalidad de Schwab se había puesto en acción con toda su potencia, pero lo más importante y perdurable fue el pro grama detallado y explícito que presentó para el engrandecimiento del acero. Muchos otros hombres habían tratado de interesar a Morgan en montar juntos un trust del acero a partir de combinaciones con empresas de pastelería, cables y flejes, azúcar, goma, whisky, aceite o goma de mascar. John W. Gates, el apostador, lo había urgido a hacerlo, pero Morgan no había confiado en él. Los hermanos Moore, Bill y Jim, mayoristas de Chicago que habían fusionado una fosforera y una corporación de galletitas, habían tratado de convencerlo, fracasando en su intento. Elbert H. Gary, el sacrosanto abogado del Estado, quiso atraerlo a su terreno, mas no llegó a ser lo bastante grande como para impresionarlo. Hasta que la elocuencia de Schwab elevó a J. P. Morgan a las alturas desde donde pudo vi sualizar los sólidos resultados del proyecto financiero más atrevido que se hubiera concebido nunca, la idea era considerada un delirante sueño de especuladores ingenuos. El magnetismo financiero que, hace una generación, empezó a atraer miles de compañías pequeñas y a veces ineficazmente dirigidas a combinaciones más .grandes y competitivas, se ha vuelto operativo en el mundo del acero gracias a los artilugios de aquel jovial pirata de los negocios, John W. Gates. Este había formado ya la American Steel and Wire Company con una cadena de pequeñas empresas, y junto con Morgan había creado la Federal Steel Company. Pero al lado del gigantesco trust vertical de Andrew Carnegie, dirigido por sus cincuenta y tres accionistas, esas otras combinaciones resultaban insignificantes. Podían combinarse como mejor les pareciese, pero ni todas juntas harían mella en la organización de Carnegie, y Morgan lo sabía.
¿QUÉ GENIO YACE DORMIDO EN SU CEREBRO? En algún rincón de su carácter está latente, dormida, la semilla de la realización que, si germinara y se pusiera en acción, lo elevaría a niveles que tal vez usted nunca soñó alcanzar. Así como un virtuoso puede arrancar las melodías más hermosas de las cuerdas de su violín, usted puede despertar al genio que yace dormido en su mente, y hacer que lo conduzca hacia arriba, hacia cualquier objetivo que desee alcanzar. Abraham Lincoln fue un fracasado en todo lo que intentó…, hasta después de haber alcanzado los cuarenta años. Fue un Don Nadie, de Ninguna Parte, hasta que una gran experiencia entró en su vida y despertó al genio dormido que había en su corazón y en su cerebro, para darle al mundo uno de sus hombres realmente grandes. Esa «experiencia» estaba combinada con las emociones de la aflicción y el amor. Le aconteció a través de Ann Rutledge, la única mujer a quien él amó realmente. Es sabido que la emoción del amor está ligada al estado de ánimo conocido como la fe, y esto se debe que el amor se aproxima mucho a traducir los impulsos de pensamiento propios en su equivalente espiritual. Durante su labor de investigación, el autor ha descubierto, a partir del análisis de la vida y obra y realizaciones de centenares de hombres de posiciones destacadas, que detrás de casi cada uno de ellos existía la influencia del amor de una mujer. Si quiere pruebas del poder de la fe, examine las realizaciones de los hombres y mujeres que se han valido de ella. Jesús, el Nazareno, encabeza la lista. La base de la cristiandad es la fe, con independencia de cuántas personas hayan falseado o malinterpretado el significado de esa gran fuerza. La esencia de las enseñanzas y de las realizaciones de Cristo, que pueden haberse interpretado como «milagros», son nada más y nada menos que fe. Si hay fenómenos «milagrosos», ¡se producen sólo a través del estado mental conocido como la fe! Consideremos el poder de la fe, tal como nos la mostró un hombre bien conocido por toda la humanidad: el Mahatma Gandhi, de la India. En este hombre, el mundo tuvo uno de los ejemplos más sorprendentes de las posibilidades de la fe que conozca la humanidad. Gandhi ostentó más poder potencial que ningún otro de sus contemporáneos, y ello a pesar del hecho de que no contó con ninguna de las herramientas ortodoxas del poder, tales como dinero, barcos de guerra, soldados ni material bélico. Gandhi no tenía dinero, ni casa, ni siquiera ropas, pero tenía poder. ¿Cómo lo obtuvo? Lo creó a partir de su comprensión del principio de la fe, y mediante su capacidad para trasplantar esa fe al espíritu de doscientos millones de personas. Gandhi consiguió la sorprendente proeza de influir en doscientos millones de mentes para formar un conglomerado humano que se moviese al unísono, como un solo hombre. ¿Qué otra fuerza de este mundo, aparte de la fe, puede lograr tanto? 22 CÓMO UNA IDEA CONSTRUYÓ UNA FORTUNA Debido a la necesidad de la fe y de la cooperación en el funcionamiento de los negocios y de la industria, será tan interesante como provechoso analizar un suceso que nos proporciona un excelente ejemplo para la comprensión del método por el cual los individualistas y los hombres de negocios acumulan grandes fortunas al dar antes de intentar obtener. El suceso elegido para este ejemplo data de comienzos de siglo, cuando se estaba formando la United States Steel Corporation (Corporación del Acero de Estados Unidos). A medida que lea la historia, tenga presente esos hechos fundamentales, y comprenderá cómo las ideas se han convertido en fortunas inmensas. Si usted es de los que se han preguntado a menudo cómo se han acumulado las grandes fortunas, esta historia de la creación de la United States Steel Corporation le resultará esclarecedora. Si tiene alguna duda de que los hombres pueden pensar y hacerse ricos, esta historia disipará esa duda, porque usted podrá ver con claridad en la historia de la United States Steel Corporation la aplicación de una porción importante de los principios que se describen en este libro. El asombroso relato del poder de una idea ha sido escrito de forma espectacular por John Lowell, del New York World-Telegram, y la transcribimos con su cortesía:en el siguiente video
Primero: sé que tengo la capacidad de alcanzar el objeto del propósito definido de mi vida; por lo tanto, exijo de mí mismo acción perseverante y continua hasta conseguirlo, y aquí y ahora prometo ejecutar tal acción. Segundo: me doy cuenta de que los pensamientos dominantes de mi mente se reproducirán con el paso del tiempo en actos externos y físicos para transformarse en una realidad física; por lo tanto, concentraré mis pensamientos durante treinta minutos cada día en la tarea de pensar en la persona en que me propongo convertirme, creando de este modo una imagen mental clara. Tercero: sé que, mediante el principio de la autosugestión, cualquier deseo que abrigue con perseverancia buscará expresarse a través de ciertos medios prácticos para obtener el objeto que haya tras él; por lo tanto, dedicaré diez minutos cada día a pedirme el incremento de la confianza en mí mismo. Cuarto: he escrito con claridad una descripción del objetivo primordial de mi vida, y nunca dejaré de esforzarme, hasta que haya conseguido la suficiente confianza en mí mismo para alcanzarlo. Quinto: comprendo con claridad que no hay riqueza ni posición que pueda durar mucho tiempo, a menos que se haya formado sobre la lealtad y la justicia; por lo tanto, no me comprometeré en ninguna transacción que no beneficie a todos a los que afecte. Tendré éxito atrayendo hacia mí las fuerzas que deseo emplear, y la cooperación de otras personas. Induciré a otros a servirme, por obra de mi disposición de servir a otros. Eliminaré el desprecio, la envidia, los celos, el egoísmo y el cinismo y cultivaré el amor por toda la humanidad, porque sé que una actitud negativa hacia los demás nunca me dará el éxito. Haré que los demás crean en mí, porque yo creeré en ellos y en mí mismo. Firmaré esta fórmula con mi nombre, la memorizaré y la repetiré en voz alta una vez cada día, con la fe absoluta de que influirá gradualmente en mis pensamientos y mis actos para que yo me convierta en una persona que confía en sí misma y que goza del privilegio del éxito. Tras esta fórmula hay una ley de la naturaleza que ningún hombre ha sido todavía capaz de explicar. El nombre por el que dicha ley se conoce tiene poca importancia. Lo que importa de ella es que… FUNCIONA, para la gloria y el progreso de la especie humana, si es usada de forma constructiva. Por otra parte, si se la usa destructivamente, destruirá con la misma facilidad. En esta afirmación podemos encontrar una verdad muy importante: quienes se hunden en la frustración y acaban su vida en la pobreza, la miseria y la angustia lo hacen a causa de la aplicación negativa del principio de la autosugestión. La causa se puede encontrar en el hecho de que todos los impulsos de pensamiento tienen tendencia a vestirse de su equivalente físico. 21 EL DESASTRE DEL PENSAMIENTO NEGATIVO El subconsciente no distingue entre impulsos de pensamiento positivos o negativos. Trabaja con el material que le suministramos, a través de nuestros impulsos de pensamiento. El subconsciente traducirá en algo real un pensamiento regido por el miedo con tanta facilidad como transformaría en realidad un pensamiento regido por el coraje, o por la fe. Tal como la electricidad hace girar las ruedas de la industria, y rinde servicios útiles si se la emplea correctamente, o acaba con la vida si se hace mal uso de ella, así, la ley de la autosugestión nos conducirá a la paz y la prosperidad o nos arrastrará hacia el valle de la miseria, el fracaso y la muerte, de acuerdo con el grado de comprensión y aplicación que tengamos de ella. Si uno se llena la cabeza de miedos, dudas y desconfianza en su capacidad para conectar y usar la fuerza de la Inteligencia Infinita, la ley de la autosugestión adoptará ese espíritu de desconfianza y lo usará como patrón mediante el cual el subconsciente lo traducirá en su equivalente físico. Así como el viento arrastra una nave hacia el Este y otra hacia el Oeste, usted será elevado o hundido por la ley de la autosugestión de acuerdo con la manera en, que usted oriente las velas de su pensamiento. La ley de la autosugestión, que puede elevar a cualquier persona a niveles asombrosos de realización, queda bien descrita en los siguientes versos. Si piensas que estás vencido, lo estás. Si piensas que no te atreves, así es. Si te gusta ganar, pero piensas que no puedes, es casi seguro: no ganarás. Si piensas que perderás, estás perdido, pues el mundo nos enseña que el éxito empieza en la voluntad del hombre… Todo está en el estado de ánimo. Si piensas que eres superior, lo eres. Has tenido que pensar alto para ascender. Has tenido que estar seguro de ti mismo antes de ganar ningún premio. Las batallas de la vida no siempre favorecen al hombre más fuerte o al más rápido, pero tarde o temprano el hombre que gana es el hombre que PIENSA QUE PUEDE! Observe las palabras que se han destacado, y captará el profundo significado que el poeta expresa.
LA MAGIA DE LA AUTOSUGESTIÓN La prueba es simple y fácil de demostrar. Va ligada al principio de autosugestión. Por lo tanto, centremos la atención en el tema de la autosugestión, para descubrir qué es y lo que se puede alcanzar con ella. Se sabe que uno llega, finalmente, a creer cualquier cosa que se repita a sí mismo, sea la afirmación verdadera o falsa. Si un hombre repite una mentira una y otra vez, con el tiempo aceptará esa mentira como algo cierto. Más aún, creerá que es cierta. Todo hombre es lo que es a causa de los pensamientos dominantes que él permite que ocupen su mente. Los pensamientos que un hombre adopta deliberadamente, y que anima con entusiasmo, y con los que combina una emoción o más, ¡constituyen las fuerzas motivadoras que dirigen y controlan cada uno de sus movimientos, actos y hazañas! Aquí tenemos el enunciado de una verdad muy importante: Los pensamientos combinados con cualquiera de las emociones constituyen una fuerza «magnética» que atrae otros pensamientos similares o relacionados. Un pensamiento así «magnetizado» con la emoción se puede comparar con una semilla que, cuando es plantada en terreno fértil, germina, crece y se multiplica una y otra vez, hasta que aquello que en un principio fue una semillita ¡se convierte en innumerables millones de semillas de la misma clase! La mente humana está constantemente atrayendo vibraciones que armonicen con aquella que la domina. Cualquier idea, plan, pensamiento o propósito que uno abrigue atrae infinidad de ideas afines, adhiere estas ideas a su propia fuerza, y crece hasta convertirse en el propósito maestro que domina y motiva al individuo en cuya mente se ha alojado. Volvamos ahora al punto inicial, para informarnos de cómo se puede plantar en la mente la semilla original de una idea. La información es fácil de en tender: cualquier idea, plan o propósito se puede injertar en la mente mediante la repetición del pensamiento. Por eso le damos instrucciones para que ponga por escrito un planteamiento de su propósito principal, u objetivo primordial y preciso, lo memorice y lo repita en voz alta todos los días, hasta que las vibraciones auditivas hayan alcanzado su subconsciente. Decídase a dejar de lado las influencias de todo ambiente desfavorable para construir su propia vida a medida. Al hacer un inventario de sus recursos y capacidades mentales, quizá usted descubra que su mayor debilidad sea su falta de confianza en sí mismo. Esta desventaja puede ser superada, y la timidez transformada en coraje a través de la ayuda que el principio de la autosugestión proporciona. La aplicación de este principio puede ejecutarse mediante la sencilla enunciación de los impulsos de pensamiento puestos por escrito, memorizados y repetidos hasta que lleguen a formar parte del instrumental del que la facultad inconsciente de su mente disponga.